Estimado Señor 65

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Dos cervezas negras al centro de una mesa de madera en un bar de mala muerte eran suficiente escenario para dejar fluir sus miedos ante el mejor psicólogo gratuito que tenía, después del doctor Michell, a su disposición un viernes por la noche. A la salud de sus miedos, brindó con Piero antes de dar un primer sorbo.

–¿Cómo vas con ella?–dijo Piero en voz baja casi secreteando sin resultado.

–¿Por qué hablas así, idiota?–contestó David bebiendo entre risas.

–Viejo, este bar está lleno de maestros de tu onda y que de seguro deben conocerte–refutó indicando a los vejetes a su alrededor– perdón por proteger tu culo de la cárcel.

–Ella es mayor de edad, Piero.

–Pues dile eso al director cuando se entere–dijo sin cuidado subiendo la voz.

–Me salvaré hasta este año Piero, pretendo renunciar una vez Lena se vaya–confesó jugueteando con un cigarrillo– cuando ella vaya a la universidad, me marcho al Valle de las Almas por un tiempo.

–¿Supongo que será después del viaje en motocicleta, verdad?–preguntó levantando una ceja Piero.

–Pues, si no saco esa motocicleta de la casa de mis padres antes de eso terminará siendo vendida a un coleccionista.

De pronto a Piero le parecía que David había perdido por completo el interés por un viaje que planificaban desde que ambos estaban en la universidad. Habian por fin acordado una fecha que en la que ambos estarían por un mes en el país sin trabajo ni viajes inesperados y con el dinero suficiente para llegar tan lejos como las fronteras se lo permitieran, pero David sólo estaba absorto en las burbujas de su cerveza.

–No puedo creer que la cría esté antes de esa cerveza, me asustas.

David rió.

–Sólo tengo demasiadas cosas en la cabeza–confesó– la hermana de Lena ha estado causándole problemas y pues, es inevitable sentir que no está segura en su casa.

–Gemelas, es la fantasía erótica de cualquier hombre David–bufó Piero mordiéndose el labio mientras fantaseaba mirando al vacio– ¿Crees que...

–Hablo enserio, Piero –interrumpió David– he pensado en pedirle que se quede en mi piso.

Piero devolvió medio sorbo antes de poder digerir las declaraciones de David, por segundos le parecía que habían cambiado por completo a su mejor amigo que había iniciado en un instituto cualquiera por simplemente no tener mejores opciones. Se inclino hacia él y dio una palmada en su hombro.

–Buena suerte con eso–dijo incrédulo– dile al viejo David que un extraño idiota algo ñoño y cursi quiere tomar su lugar.

–Piero, Lena sólo vive con su abuela y esa mujer...por Dios es jodidamente extraña.

–Comprendo, religiosos.

–No, idiota –contestó arrugando el ceño– creo son temas más delicados.

–David, sales con ella no con su maldita abuela –interrumpió Piero con una botella en alto– ahora, simplemente disfruta con tu cría sin pensar en cuanto durará.

No conversó con Alma los cuatro días que le siguieron a su discusión, dejaba notas cada vez que salía en la nevera indicándole a que hora llegaría y con quién –aunque fuesen mentiras– estaría en ese momento.
Caminó a la nevera por una manzana antes de continuar con filosofía clásica encontrándose por primera vez con su abuela. La mujer la observó mientras creaba nuevos puntos a crochet desde el otro extremo de la cocina.

–¿Has estado con ese hombre?

–Sabes que no dejaré de verlo, Alma–contestó sin mirarla mientras cerraba la nevera.

–Te pareces más a tu madre de lo que crees, Lena –declaró dejando de lado sus palillos de tejer.

–No menciones a esa mujer –contestó tajante Lena dándole la cara.

–Tu padre llegó y se marcho, luego ella quedó sola sin una gota de juventud en su cuerpo, toda su belleza succionada por ese vampiro emocional.

–No intentes manipularme –amenazó Lena dejando caer la manzana por el suelo. Alma se levantó por ella dejándola a su lado, su nieta no se movió de su lugar.

–Tienes una cita con el doctor Dallas mañana a las nueve, le he contado sobre nuestra discusión-continuó revolviendo su taza de café.

–Vaya –contestó Lena con ironía cruzándose de brazos– no tenía idea de que Dallas ahora se dedicaba a la terapia familiar.

–Irás y punto, Lena –sentenció la anciana.
Pudo dar media vuelta si no supiese que una mirada fija tras mas de ochenta años en el mundo no tendría razones. Alma buscó en su bolsillo algo sin dejar de mirar a su nieta, era un frasco de medicinas.

–No engañas a nadie no tomándolas, si el profesor te ama tanto como dices no creo debas ocultarle esta parte de tu vida –dijo seca golpeando la mesa al dejar el frasco en ella.

La caoba se acercó hasta su abuela y arrebató de su lado el frasco guardándolo entre sus manos. Levantó la vista abrazandose de él hasta su abuela.

–No me avergüenzo de lo que soy, abuela –dijo tajante– no soy Aranna.

–Aranna no se hubiese dejado engatusar por un hombre mayor que no verá mas allá de tu entrepierna

No respondería a sus provocaciones, no por darle la razón, si no porque no reconocía a la anciana con mirada inquisidora que tejía a crochet mientras lanzaba dardos a la única familia que le quedaba.

–Necesitas dormir, abuela –contestó con la garganta ahogada en pena– descansa.

Dejo enfriar su taza de café mientras Greco la observaba sin palabras, de pronto, ni el rey de los consejos y reproches de su vida tenía explicaciones coherentes para el radical cambio que había dado la convivencia ente las dos Morgan que quedaban en esa pequeña familia. Tenían media hora antes de el examen final de matemáticas y ya no había interés en repasar, el rostro de la caoba lo decía todo.

–Necesitan hablar, no de Lenner ni de Aranna, si no de ustedes–dijo finalmente Greco– no puedes vivir así en plena época de finales, Lena.

–Estudio con David, me ha ayudado a repasar –contestó sonriendo apenas– no olvides lo que me prometiste.

–Lena....preferiría que hicieras caso a tu abuela en eso, buscar a Aranna es invocar al demonio simplemente por diversión.

–Necesito saber que mierda quiere ahora de mi, no quiero volver a verla cerca.

–¿Estas segura de que era ella esa noche?

–No conoces a mi hermana tanto como yo, ella es capaz de todo.

Los martes ya no vería a David desde que le habían encargado la clase del señor Miles luego de su licencia por supuestos cólicos causados por infección estomacal. Tampoco tendrían horas libres detrás del gimnasio para compensar el tiempo perdido, pero siempre tendrían sus reuniones después de las siente con los ravioles a medio cocinar de Lena. Llegó temprano ese día para adelantar sus lecturas para el examen final de literatura desde la fuente del chacal de la reprobación mas conocido con David Lenner.
Alteró su receta para adelantar la cena del profesor y así, las tutorías especiales que tenía por salir con el aceptando sus condiciones de cero tolerancia a su curiosidad en la nueva computadora. Se puso una vez más su camiseta de la universidad y poniendo en alto en los parlantes a los Artic Monkeys continuó con sus sorpresas culinarias siguiendo los pasos de otro tutorial fallido de internet.
Antes de apagar la estufa Lena escuchó pasos en la entrada. Se apresuró a emplatar tan decente como se pudiese alguna que otra masa quemada dentro del plato del profesor.

–Espero tengas hambre, esta vez si ha quedado delicioso–gritó desde la cocina mientras se limpiaba las manos con una toalla absorvente.

Pero no hubo respuestas, si un nuevo mensaje.

"¿Me buscabas?"

Estimado SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora