Día A Día Contigo

Prinzessin

Abrió lentamente sus ojos, bostezando para luego estirar sus brazos y quitar toda la pesadez de su sueño, sin embargo, se sobresaltó cuando su brazo derecho chocó con algo suave y tibio, un bulto quejumbroso que se giró para abrazarse a él, la cobija apartándose y dejando ver un cabello anaranjado.

¿Desde cuando le gustaban las chicas de cabello rubio rojizo? No pudo autorresponderse, pues de pronto recordó que ese tono no era natural y quien lo usaba solo lo había hecho para probar un estilo nuevo con una de esas tinturas que desaparecen después de un tiempo. Con cuidado, se movió para ver el rostro durmiente sin despertarla, agradeciendo que a ella no le molestaran sus luces infantiles que apartaban una oscuridad a la que a veces temía con demasía.

Apartó los mechones suaves y brillantes, sonriendo con ternura cuando vio su semblante apacible, sus mejillas levemente sonrojadas y su ceño relajado, como si no fuese una estrella mundial, solo una joven mujer que duerme al lado de quien más la ama en el mundo.

Pasó con reverencia un dedo por sus cejas oscuras y delineadas, deteniéndose cuando ella se removió de su sueño tranquilo, él abandonando su tentativa para solo quedarse observándola, detallando cada curva en su cara, musitando palabras de amor cuando sus ojos se posaron en los labios femeninos. Quería besarla, quería despertarla de su sueño como si fuese la Bella Durmiente, no obstante, dejó esa idea, ella merecía descansar después de todas las aventuras que había vivido en los días anteriores.

Se acurrucó con ella, pasando sus brazos por debajo de la manta que los cubría para abrazarla, para acercarla más posible a su cuerpo y contagiarse de la paz que parecía simplemente emanar como una flor.

- Sigue durmiendo, princesa, yo te protegeré. – Susurró, cerrando los ojos para volver a dormir.

No notó como ella separaba los párpados y sonreía, hundiendo la nariz en su pecho desnudo, acomodándose para seguir su ejemplo.

- Te amo, Stu.