Día A Día Contigo

Trato II

Stuart observó a Noodle beber tranquilamente una taza de té, deteniéndose algunas veces para alcanzar las galletas de limón que Russel había hecho exclusivamente para ella.

- ¿Pasa algo, Toochi?

- N-no ¿por qué pre-preguntas?

- Simple, no dejas de verme y, realmente, eso me pone nerviosa.

- Oh, bueno, creo que me descubriste. – Susurró, agachando la mirada. – Es que...Noodz...yo...yo quiero invitarte a salir.

- Bien, vamos, creo que un helado me sentaría bien después de...

- ¡No! – Gritó, asustándola. – Lo que quiero es que salgamos a ver una película o a cenar.

- Eso lo podemos hacer aquí, Stu. – Le sonrió. – Además, Russ no está y me pidió que cuidara de Marie, sabes que ella no conoce mucho de por aquí y necesita que alguien la acompañe.

- Noodle, cariño, lo que quiero es que tengamos una cita.

- ¿Una cita? ¿Cómo una cita que tienes con alguien?

- Si, Noodzy, yo quiero que tú y yo vayamos solos a una cita y tengamos un poco de tiempo de calidad solos.

- ¿Por qué? – Stuart la miró a los ojos, tragando grueso, Murdoc tenía razón, ella le gustaba mucho. – Nosotros somos amigos.

- ¿Nunca has sentido curiosidad por saber si pudiésemos llegar a ser algo más?

- Stuart, eres como mi hermano y pensar en eso contigo realmente...realmente me da asco. – 2D apretó los labios, apartando la mirada. – Digo, me conoces desde que era una niña, sabes que me gusta y que no, lo que escondo de los demás, eres en quien más tengo confianza.

- Pero no soy lo suficientemente bueno para ti, eso es lo que quieres decir. – Murmuró amargado.

- No es eso, yo...

- ¡Es exactamente lo que digo! Yo te quiero, Noodle, te quiero más que como una amiga, pero creo que tú y yo no formamos parte de la misma oración. – Se levantó de su asiento, la guitarrista mirándolo con la boca abierta mientras trataba de procesar las palabras del cantante. – Olvida lo que acabo de decir, si quieres, puedes salir con Marie, yo me voy a mi cuarto. – Salió de la cocina, dejando a la mujer sola, corriendo a la poca privacidad que le podía dar su habitación.

Dejando escapar una lágrima, dio un fuerte puñetazo a la muralla, sus huesos crujiendo por el impacto.

Sin duda, Murdoc tendría que buscarse otro tonto.

En la cocina, Noodle ocultó su rostro entre sus manos, conteniendo un grito de frustración.

Había dejado pasar la oportunidad de su vida.