Test VII

301 15 2
                                    

Noodle se arrodilló frente a 2D, mirando fijamente los ojos negros, él gruñendo por lo bajo antes de estirar una mano para acariciarle una mejilla. Ella cerró los ojos, suspirando mientras él pasaba sus dedos por su piel.

El cantante separó las piernas para que ella se acomodara, las pequeñas manos de la mujer anclándose sobre el cinturón del pantalón del hombre, aprovechando para abrir la prenda, sonriendo al ver que él no usaba otra prenda debajo.

Se pasó la lengua por los labios antes de lamer el tronco de la erección masculina, gimiendo al sentir su sabor. Siguió lamiendo, humedeciendo la suave piel para luego concentrarse en la cabeza, chupando levemente.

- Maestra... - Ella gimió algo inentendible, sacándolo de su boca para tomar un poco de aire antes de llevarlo de un solo golpe a lo más profundo de su garganta. – ...mierda...- Apenas susurró, echando la cabeza hacia atrás.

Apenas movió su cabeza, succionando el pene del cantante con hambre, riendo internamente cuando él maldijo en voz baja.

Stuart se cubrió los ojos con una mano mientras que la otra se enredaba en el oscuro cabello de la japonesa, aprobando la manera en que ella los acariciaba. Jadeó en voz alta cuando ella raspó levemente la erección con sus dientes, sacándolo de su boca para encerrarlo en sus manos, masturbándolo con rapidez, sus ojos atentos a las reacciones del hombre.

- No..No...Noodle...- Jadeó, ella soltándolo y poniéndose de pie.

- Usted es un muy buen estudiante, señor Pot. – Él apenas la miró, deseando que volviese a su lugar y terminase con lo que estaba haciendo. – Aunque ahora necesito saber si usted quiere aprender algo más.

- Si...

- Si ¿qué? – Ella llevó sus dedos al escote de su blusa, esperando su respuesta.

- Si maestra. – Paseando su lengua por sus labios, Noodle se desnudó, riendo con gusto cuando vio como él apretaba sus dedos, respirando agitado.

Se sentó sobre el escritorio que Stuart había estado utilizando, cruzando las piernas, llamando con un dedo. El cantante se puso de pie, acercándose a ella como un hombre sediento al único pozo de agua en el desierto; aunque era verdad, estaba sediento por ella, por sus besos, por sus caricias, por todo lo que podía tener y obtener de un solo toque femenino.

No es que fuera su primera vez, si dijera eso, lo más seguro era que un rayo lo partiese a la mitad, pero cada vez que estaba entre los brazos de la guitarrista, cada vez que la besaba o que simplemente olía su perfume, se sentía como un adolescente descubriendo los placeres de la carne.

Noodle tiró de la corbata que él traía puesta, obligándolo a acercarse para robarle un beso, sintiendo como una de las manos del cantante se anclaba en su nuca, sujetándola para poder mantenerla en su lugar, su otra mano en el mentón femenino, abriéndole más la boca para tener más acceso a su interior.

Ella separó las piernas, gimiendo mientras él la soltaba para llevar sus manos a sus piernas, gruñendo por lo bajo al sentir el liguero en su lugar, separándose levemente para ver los pies aún calzando los tacones altos.

- No tiene idea de cuanto la deseo, maestra. – Ella musitó algo incomprensible, jadeando al sentir como tocaba sus piernas.

- Yo también te deseo. – Acomodó su erección en la entrada de la guitarrista, ella dándose cuenta de que había perdido el dominio de la situación.

El cantante se mordió el labio inferior cuando entró en la mujer, apretando los ojos para disfrutar de la sensación del interior húmedo y apretado de ella.

- Sé...sé que esto...esto no es...

- Cierra la boca, Stu. – Lo mandó a callar, abrazándose a su cuello para hundir su rostro allí y mordisquear la piel pálida del hombre, disfrutando de las vibraciones de su garganta al gruñir.

La agarró con firmeza, moviendo con paciencia sus caderas, no muy convencido de querer terminar con el momento especial que estaban viviendo. La escuchó gemir su nombre, su sangre calentándose e incendiando su cuerpo entero.

Noodle se aferró a la camisa blanca, aún interesada en dejar su marca, sus piernas apretadas alrededor de la cintura masculina, siguiendo el ritmo que su novio quería imponer. Casi gritó cuando el ritmo cambio, entrando y saliendo con rapidez, sintiendo como los dedos de él se enredaban en su pelo y a separaban de su lugar para luego chocar con torpeza sus labios, la otra mano colándose entre los cuerpos para acariciar la pequeña perla rosada que se ocultaba entre los pliegues femeninos.

La japonesa se agitó, gritando el nombre del cantante junto con palabras en japonés que él no podía entender, sin embargo, podía adivinar su naturaleza, tragándose una maldición al sentir como un fuerte espasmo recorría su columna, su cuerpo entero empujándose al, cada vez, más apretado interior femenino, llenándola con su semen.

Cuando la espesa niebla del orgasmo se dispersó, Stuart la obligó a mirarlo a los ojos, abrazándola aún.

- Maestra.

- Dime, Stuart. – Apoyó la frente contra la de ella.

- Creo que la amo.

- ¿Sabes? Yo creo lo mismo. – Musitó con suavidad, aceptando el beso delicado que él le dio.

En verdad se amaban.

Y se lo iban a demostrar otra vez en algún otro rincón de la oficina.

Día A Día ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora