Inglaterra, 1845
Las avecillas cantaron fuera, posadas en un añoso árbol que estaba comenzaba a llenarse de flores. El viento soplaba con suavidad, pensando el pasto que crecía alrededor de la gran casa de piedra, un pequeño borrego balando a la lejanía, como llamando a su madre.
Un rayo de sol se atrevió a traspasar las gruesas cortinas, cayendo sobre los párpados cerrados de una joven que descansaba plácidamente en una cómoda cama. Ella se removió, tratando de cubrirse los ojos con una mano para evitar despertar, pero no pudo, el sol, demasiado ansioso de ver despierta a la mujer, le pegó con fuerza en la cara cuando una cortina fue movida con brusquedad.
- Ya es hora de levantarse. – Escuchó una voz femenina, la joven frunciendo el ceño antes de tratar de cubrirse con la colcha. – Señorita Noodle, no haga esto, no el día de su compromiso.
- Déjame, Edna, quiero dormir un par de minutos más.
- No, su padre la espera en el comedor. – La mucama comenzó a caminar de un lado para el otro, sacando ropajes de un gigantesco armario junto con medias, zapatos, peines y otras prendas. – Creo que el vestido lila será bueno para usted durante el día, Micaela traerá el otro, se supone que la señora Gresham lo terminará hoy en la mañana.
- No quiero.
- Señorita, es la última vez que se lo pido o traeré a su padre y será desagradable para usted.
- Como digas. – Hizo a un lado las cobijas, sentándose en la cama antes de levantarse. - ¿Mi baño está listo, Lucy?
- Por supuesto, vaya, está con los aceites que a usted le gustan.
- Lucy.
- Sí, señorita.
- ¿Tú sabes como es el hombre con el que me va a comprometer? – La mucama detuvo su tarea, mirando el suelo antes de desviar su mirada hacia la ventana.
- La verdad, no, pero he escuchado a algunas personas del pueblo, parece que su futuro prometido venía en vacaciones cuando usted iba a pasar el verano con su tía a Lancaster, dijeron que era un niño tímido y dulce, aunque el padre de él es un poco autoritario.
- Como papá.
- Sí, también dijeron que tenía un preciosos cabello castaño y ojos azules.
- No se si eso es un buen augurio.
- Será feliz. – Sentenció la mucama antes de que la joven se encerrara en el baño.
Noodle se quitó el camisón y se metió en la bañera, sumergiendo su cabeza para poder aclarar un poco su mente.
Hasta donde sabía, su padre había hecho gestiones para que se comprometiera con el heredero del VI conde de Essex, David Pot.
No era un matrimonio por amor, sino por pura conveniencia, por parte de su padre, su hija y sus nietos estarían emparentados con la nobleza inglesa y, por parte de su futuro suegro, el dinero de su dote salvaría a la casa Pot de la ruina total.
Pero casarse con un desconocido era algo totalmente inconcebible para una joven que había leído demasiadas novelas románticas.
Fue casi una maldición para ella haber nacido en el ceno de una familia rica porque si no fuera así, si fuera cualquier mujer, alguien libre, podría casarse con quien quisiera, pero no podía, no podía satisfacer sus sueños románticos y llenos de deseos de aventuras.
Por un momento, se imaginó a su marido como un sujeto gordo y fofo, sin el mayor animo de pasar tiempo con ella o tener un pasatiempo diferente a comer y juguetear con las sirvientas, erradicando a su mujer a un lastimero segundo lugar en su vida.
Salió de la tina cuando su cuerpo comenzó a entumecerse, secándose y untando lociones para mantener su piel suave, no le gustaba tener ayuda de nadie porque no quería rifar ese momento de intimidad con nadie.
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Gruñó en voz baja cuando su padre se entretuvo leyendo el periódico en vez de mirarla en el desayuno, fijándose en lo ridículo que era estar sentada allí sin entablar una conversación con alguien, pero así había sido desde que su madre había muerto y su hermano mayor había decidido irse a América a abrir una filial de la empresa familiar.
Con disgusto, se levantó de la mesa, dejando la comida en la mesa antes de salir del comedor.
Salió de la casa, agradecida del vestido sencillo que le permitía moverse con libertad, nada parecido a lo que tendría que colocarse en la tarde.
Sostuvo su falda para poder caminar con más soltura, dando grandes zancadas hasta que llegó al pequeño estanque que su padre había mandado a construir hacía tiempo para decorar el jardín trasero de la gran casa.
- ¡Señorita! – Escuchó una voz masculina extraña gritar, aunque no creyó que la llamasen a ella, así que se sentó en el suelo, disfrutando de la suave brisa. - ¡Señorita! – Volvió a escuchar, girando su cabeza hacia el lugar de donde provenía la voz.
- ¿Es a mí? – Preguntó cuando vio a un hombre alto de pelo azul acercarse a ella dando grandes zancadas.
- Disculpe, es que creo que se le cayó esto. – Le tendió un bonito broche de esmeraldas, Noodle tomándolo de inmediato antes de regresarlo a su lugar en su vestido.
- Gracias, cualquier persona se lo habría quedado, pero usted...
- Stuart.
- Stuart parece ser honrado. – El hombre sonrió, mostrando el espacio que había entre sus dientes. – No lo había visto antes ¿es un nuevo trabajador?
- No, señorita.
- Entonces.
- Vengo con la comitiva del compromiso. – Noodle frunció el ceño, Stuart dejándose caer a su lado.
- ¿Sí? ¿Tiene algo que ver con el novio?
- Podría decirse que sí. – Ella se fijo en la ropa que él traía, una camisa, un chaleco sin mangas, pantalones oscuros, grandes zapatos de cuero negro y una boina en la cabeza, no parecía ropa que un empleado pudiese pagar. - ¿Usted sabe cómo es la novia?
- Sí, es alguien bastante agradable, dulce y bonita. – Dijo autoalabándose.
- Oh, no sé si eso pueda ser útil para tener un matrimonio feliz.
- Sé de muy buena fuente que la señorita de la casa no quiere casarse. – Stuart sonrió cansinamente, mirando el paisaje, no sabía porque, pero se sentía muy cómodo estar al lado de la muchacha desconocida.
- Yo también sé que el joven Pot no se quiere casar con una desconocida. – Los ojos verdes de la muchacha brillaron con emoción. – Pero es lo que debe hacer por sus padres.
- Si no ama a la señorita de la casa, ¿por qué casarse? – Noodle vio los enormes ojos oscuros, desviándolos de inmediato como si pudiese ver su alma.
- No lo sé. – Suspiró el hombre. – Pero tal vez, cuando se conozcan, los dos se enamoren.
- Lo dudo, la señorita tiende a ser muy desagradable cuando quiere. – Se detuvo cuando escuchó una voz a la lejanía llamarla, poniéndose de pie rápidamente. – Después nos veremos, señor Stuart.
- Pero yo...yo no conozco su nombre.
- La próxima vez que nos veamos se lo diré. – Se marchó corriendo de vuelta a la casa, dejando al hombre de pelo azul solo en el estanque.
Quizá, la próxima vez que se vieran, los dos no creyesen quienes eran de verdad.
______________________________________________________________________________Para HarleyAgreste, ojalá te guste.
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Día A Día Contigo
FanfictionSerie de historias cortas. (Gorillaz pertenece a Jamie Hewlett y Damon Albarn , yo sólo uso los personajes para divertirme)