Infiel IV

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Inhaló profundamente el aire fuera de su habitación, dándose cuenta que olía mucho mejor de lo que recordaba, aunque después de una semana encerrado, cualquier cosa olería mejor que su sucia habitación llena de comida en descomposición y sueños rotos.

Cauteloso como nunca, pisando con cuidado, bajo las escaleras para llegar hasta la cocina, abriendo los ojos al máximo, como si quisiera asegurarse de que no había nada ni nadie dentro que pudiese asustarlo. Sintiéndose como un animal, olfateó a su alrededor, estirándose cuando llegó a un estante y sacando un bolsa de papas fritas escondidas detrás de unos frascos llenos de algo parecido a col fermentada. Había escondido allí la bolsa, seguro de que Murdoc jamás trataría de revisar detrás de comida que olía incluso peor que él.

Miró largamente la imagen estampada en la bolsa, una papa con un rostro tierno saludando, unas letras japonesas saliendo de su boca.

Había sido lo último que había comprado con Noodle en una tienda en la zona japonesa de Londres y, si bien las cosas con ella habían terminado, sentía que su conexión aun estaba presente en esa bolsa de plástico llena de aire y papas crujientes.

- Es lo único que queda de nosotros. – Se giró, dando un par de pasos sin despegar los ojos de la bolsa, chocando de lleno con otra persona.

- Creí que estarías encerrado por más tiempo. – Recuperó el aire y observó a Russel con una pequeña sonrisa en los labios.

- No puedo, me moriría de hambre y Murdoc se enfadaría.

- Hombre, me sorprende tu resiliencia, si a mí me hubiesen hecho...

- Ya da lo mismo, Russ, no es la primera vez que esto me pasa, aunque el dolor no es igual.

- Lo comprendo, pero, aun así, eres admirable, creí que estarías llorando y gritando.

- ¿Por qué? ¿Acaso eso borraría el error que cometió Noodle y me traería paz? ¿O yo quedaría como una víctima del amor?

- No sé que quieres que te conteste, D.

- Nada, creo que he llegado al punto de mi vida en que cada cosa sirve de experiencia e inspiración y ya no pueden dañarme, es decir, estuve secuestrado por Murdoc y todavía lo considero mi amigo.

- Pero Noodle, lo que te hizo...

- Ya te lo dije, no vale la pena pensar en eso, ya no soy un niño y no puedo llorar por lo que ha muerto.

- Correcto. – Russel se sintió extrañamente intimidado por la aparente calma del cantante, haciéndose a un lado para que pudiese salir de la cocina.

- Nos vemos después. – Se despidió, caminado de vuelta a su cuarto.

Se detuvo al pie de la escalera, boqueando como un pez al ver a Noodle bajar. Quiso encogerse y desaparecer, pero era demasiad tarde, ella parecía ansiosa por hablar con él.

Apretó los labios en una sonrisa que parecía la de un payaso, tratando de transmitirle seguridad antes de correr a su cuarto, ignorando a la mujer que había querido por esposa.

Le había mentido a Russel.

El dolor era demasiado inmenso como para seguir adelante.

Aunque podía tratar de curarse comiéndose sus papitas.

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