Miró por sobre un hombro a la mujer que estaba peinando su cabello, haciendo complicadas trenzas que se arremolinaban sobre su nuca, deteniéndose de vez en cuando para poder ver que tal estaban quedando, jalando el pelo cada tanto, pero la joven mujer no se quejaba.
Colocaban broches de perlas y una que otra reducirla joya para que estuviera tan humilde como bella e inocente, no querían que el futuro novio se sintiera delante de una mujer frívola y distante, si no de una doncella dulce y sincera.
Una de las mucamas tiró de ella para ajustar el corsé y las medias, quitándole el aire para luego tomar el vestido que le colocarían, un bonito vestido de color amarillo pastel de chiffon, seda y raso brillante en los moños que decoraban la falda, recordándole a un que había usado cuando era una niña, pero mucho más fastuoso y costoso.
La obligaron a sentarse frente a un espejo oval, una mucama sacando una pequeña cajita llena de un polvo blanco, polvo de arroz, para matificar y volver más clara la tez pálida de Noodle, tomando después un lápiz azul para marcar unas cuantas venas en su mandíbula y cuello, cuidando de no crear un espantoso manchón. Luego colocaron una fina capa de colorete en las mejillas, como si ella estuviese en alguna clase de sopor enfermizo, la mucama mayor buscando una pequeña botella para poder aplicarle un par de gotas del líquido que contenía en los ojos, ampliando las pupilas de tal modo que el verde se notaba muy poco.
Finalizaron todo con un leve toque de carmín en los labios, muy poco para que casi no se notara la presencia de maquillaje, tratando que todo el conjunto se viera lo más natural posible frágil y natural.
Una pequeña nube de perfume de verbena y azahar rodeó a Noodle, dándole el aroma a verano que a ella tanto le gustaba y que ahora parecía más un clavo en el ataúd llamado matrimonio.
Su propia apariencia lánguida parecía darle cierto aspecto nostálgico, casi deprimente que ayudó al cuadro de novia inocente que va a conocer a su nuevo marido, aunque a Noodle le parecía que se veía como una condenada a muerte a pasos del cadalso.
- Está lista. – Apenas escuchó que decía una de las sirvientas, esa misma mujer animándola a levantarse para ir al comedor a conocer a su verdugo.
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- Podrías parecer más feliz, después de todo, conocerás a tu futura esposa.
- Estoy tan feliz como puedo estarlo al saber que me casaré con una completa desconocida, padre. – Stuart peinó su pelo hacia atrás, sin embargo, fue algo infructuoso, el pelo volvió a su lugar, dándole un toque descuidado y salvaje.
- Ella es una chica preciosa.
- Claro, algo así he escuchado. – No quería hablar con su padre de su encuentro casual con una de las muchachas de servicio, aunque no estaba seguro si era parte del servicio porque, por sus ropas, no lo parecía. – Si me dejarás elegir a mí quien será mi esposa...
- Elegirías a una zorra que te ha roto el corazón más veces que las que puedo contar, hijo mío. – Stuart miró hacia otro lado, incomodo, mientras se acomodaba el pañuelo en el cuello. – Confía en mí, Noodle te hará feliz y tú la harás feliz a ella, no puedo pensar en nadie más perfecta para ti que ella.
- Por lo menos sería con alguien que ya conozco. – Dijo mientras se colocaba la chaqueta, acomodando las solapas y botones para que se viesen elegantes.
Sin decir nada, el padre del futuro novio salió de la habitación de huéspedes que le habían asignado a su hijo para que terminara con su preparación para la cena.
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Stuart se quejó en voz baja mientras su padre bebía una copa de brandy junto a su futuro suegro, los dos charlando animadamente mientras esperaban que el ama de llaves dijera que la comida estaba lista.
Su futura prometida aún no estaba presente, cosa que le molestó profundamente ¿Qué tal si la muchacha se parecía a su padre? Un rostro anguloso, flaco, con nariz chata y poco agraciado y con la personalidad de un pez. Si era así, su padre condenaría a su vástago de 25 años a un infierno en la tierra con alguien tan poco agraciada.
El mayordomo se acercó al dueño de casa, murmurando unas palabras que solo el hombre pudo escuchar, sonriendo casi al instante para luego invitar a su futura familia a ponerse de pie.
Una joven mujer entró en el comedor, el padre de ella apurándose para tomarle una mano y guiarla a la mesa, ella haciendo una leve reverencia al conde y a su hijo.
- Mi hija, Noodle Kyuzo. – Presentó con orgullo, la mujer levantando el rostro para mirar fijamente a quien sería su prometido, su respiración atascándose al reconocerlo como el hombre que le había entregado su broche en la mañana.
- U-un gus-gusto, Excelencia – Noodle apenas pudo murmurar antes de que David Pot se acercara y le tomara una mano para besarla.
- Debo decir que mi hijo es afortunado al poder tenerla a usted de esposa. – Llamó a Stuart para que la saludara, el joven saliendo de su estado de sorpresa para hacer lo que su padre mandaba. – Stuart Harold Pot, mi hijo y futuro conde de Essex.
- ¡Pero mira como se quedaron viendo! – Gritó de forma efusiva el padre de Noodle, riendo antes de ordenar que se sentasen todos y pedir que sirvieran la cena.
Todo transcurrió sin ningún problema hasta que llegó el momento en que el joven heredero del condado de Essex tuvo que colocar el anillo de compromiso en la mano de su nueva novia, ella odiando el anillo de zafiros que brillaba en su dedo.
Un beso rápido fue depositado en su mejilla, un beso frío y sin sentimiento de parte de su prometido.
Parecía que su infierno personal apenas estaba por empezar.
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Día A Día Contigo
FanfictionSerie de historias cortas. (Gorillaz pertenece a Jamie Hewlett y Damon Albarn , yo sólo uso los personajes para divertirme)