Día A Día Contigo

Destino

Cuando era un niño, a veces soñaba con una mujer de pelo oscuro y voz melodiosa, una mujer que nunca dejaba ver su rostro, pero que siempre lo hacía sentir querido, amado.

A pesar de sus accidentes y del tiempo pasado, la figura de la mujer nunca desapareció hasta que conoció a Paula y creyó que sus ilusiones se habían hecho carne.

Que equivocado estaba.

Se convirtió en una estrella famosa, en un ser que había alcanzado el éxito de manera tan rápida que ni siquiera había podido saborearlo cuando ya se había sentido completamente abrumado y sobrepasado, tratando de sobrellevarlo cayendo en un consumo cada vez más constante de pastillas y alcohol.

Aunque siempre hubo alguien que lo apoyaba, regalándole sonrisas y energía. Una persona que parecía ir floreciendo de una forma diferente cada vez que se veían.

Noodle era extraña, diferente, nunca había conocido a una niña como ella, a una adolescente como ella, a una mujer como ella. Tenía la chispa y la inocencia que él, como adulto y como títere de Murdoc, había perdido hacía tiempo, una increíble corriente que nadie podía negar.

Su sonrisa era contagiosa, no podías estar enfadado más de cinco segundos cuando ella estaba cerca, su alegría se extendía como una plaga. Y, de igual manera, su tristeza podía romper el corazón de cualquier persona, por más fuerte que se creyera.

O al menos eso pensaba el cantante.

Un día, resignado a jamás encontrar a la mujer de sus sueños de niño, escuchó un suave murmullo, algo tan delicado que lo fue atrayendo como el canto de una sirena, llegando a una puerta y empujándola, abriéndola solo para darse cuenta de que estaba en el cuarto de la japonesa. Levantó la vista, solo para observar a una mujer de pelo oscuro cantar, como en sus sueños infantiles, ella callándose y dándose la vuelta, mostrando su rostro con una enorme sonrisa.

Desde ese día se dio cuenta de que era ella a quien siempre había esperado.

Ella era su destino.