Señora Aitana Cepeda

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-Aitana,llegamos tarde.
-Que ya voy pesado.
-Si quieres voy a llevar a Julia y ahora vengo a recogerte a ti para la ecografía.
-Que no,que ya voy.

Me sentía rara y necesitaba disipar todo aquello.
Por eso aquella mañana habia decidido cambiar mi coleta por unas ondas y mi ropa de estar por casa por algo mas arreglado.
Parecería mentira pero me seguía sintiendo insegura al pensar que mi cuerpo cambiaría.
Ya lo había vivido y sabia de sobra que nada se comparaba con el amor de una madre y que daría todas las virtudes de mi cuerpo para cambiarlas por rarezas si fuera por ellas pero es inevitable pensar que si no tuvieses síntomas de embarazada quizá te daría menos pereza pasarte la plancha.

-Aitana, me voy.

En tres segundos estoy abajo, cuando Luis decía algo lo cumplía y no era plan de perderme mi propia ecografía.

-Ya, ya estoy aquí.
-Julia, coge la maleta.Por cierto, la espera ha valido la pena, estás preciosa.

Un guiño de ojos seguido de un beso en el moflete derecho y una sonrisa mía detrás de todo esto.

Bajamos al coche y durante el trayecto tenemos poca conversación ya que Julia se encarga de hacer un monólogo que ocupa el espacio de tiempo que hay entre nuestra casa y el colegio.
Luis y yo nos bajamos para dejarla en la puerta y cuando nos queremos dar cuenta está abrazando a un niño de si edad que intuimos que puede ser Santi.

Me acerco a Luis y le susurro al oído.
-Este te toca a ti.Me pido el de Gala.

Me dedica una mirada asesina y avanza hacia donde están los niños.

-Hola, supongo que debes de ser Santi.
-Sí.
-Yo soy Luis.
-¿Eres el papá de Julia?
-Algo así.
-¿Tu la quieres?
-Sí, mucho.
-Yo también.
-Todo dicho pequeño, corred que vais a llegar tarde.
-Está bien,¿cómo se llama tu mujer?
-No es...Aitana, se llama Aitana.
-Adiós Aitana, adiós Luis.
-¡Adiós chicos!-decimos casi a la vez-.

-Vaya, no has sido tan duro.
-Me ha ablandado.
-Ya.
-¿Que?
-Nada marido de su señora mujer Aitana,vamos que llegamos tarde a la ecografía.
-Idiota.
-¿Idiota tu mujer?
-Muy idiota.
-Le advierto que a la señora Aitana Cepeda no le está gustando esto.
-Te odio.
-Yo mas,marido.

Le arrugo la nariz y me besa.
Siempre hariamos el mismo gesto y lo entenderíamos.
Ya podía estar cayendo el mundo afuera y empezar a hacerlo adentro pero si uno de los dos arrugaba la nariz lo siguiente era beso y tregua.

-Te quiero,esposa mía.

El Silencio Dijo SíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora