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Alba

Las luces del piso estaban apagadas, pero con la luz que entraba desde el jardín había una especie de penumbra por la que era fácil transitar y no era necesario buscar el interruptor de la luz. 

Dejé las botellas vacías junto al resto, en una caja de cartón que habían puesto sobre la barra de la cocina con tal propósito, y me dirigí directamente al baño, ya no aguantaba más y mi vejiga estaba a punto de reventar.

Cuando salí del baño me fui hasta la cocina y me dirigí hacia la nevera, abrí la puerta y me dispuse a elegir los botellines del fondo que probablemente serían también los que estaban más fresquitos. 

De pronto noté que alguien se situaba justo detrás de mí, podía notar su cuerpo casi pegado al mío pero sin llegar a rozarme y su respiración al abrir la boca chocaba contra mi cuello. Sin darme apenas tiempo para reaccionar escuche su voz susurrante en mi oído.

- ¿Encuentras las cervezas o necesitas que te ayude? - Un escalofrío me recorrió la espalda en cuanto la escuché hablar y supe con total certeza que se trataba de Natalia. 

Me giré impulsivamente como un resorte con las dos primeras cervezas que pude alcanzar, pero ella no se movió ni un solo centímetro. Permaneció allí, mirándome a los ojos de la forma más intensa en que lo habían hecho nunca y con su preciosa cara demasiado cerca de la mía.

Casi cabíamos en el corto espacio que ocupaba la puerta de la nevera abierta, haciéndonos esta de pantalla entre nuestros cuerpos y el resto de ojos indiscretos que pudieran entrar al salón en ese momento procedentes del jardín.

- Solo estaba... - balbuceé como puede y al escucharme a mí misma hacerlo me puse más nerviosa aún – trataba de cogerlas del fondo, así me aseguro que están bien frías.

- ¿Estás nerviosa Alba? Siempre me hablas así y no sé si es porque te caigo mal o porque te pongo nerviosa – sonreía de medio lado y se acercaba un poquito más a mí, como si supiera que apenas me salía la voz del cuerpo y necesitara hacer eso para poder escucharme. 

Me rearmé exhalando un tímido suspiro y me aventuré a contestarle.

- Igual no estaría tan tensa si no estuvieras invadiendo mi área de seguridad – la empujé suavemente con las manos y ella se puso algo más erguida mientras seguía sonriendo y alzaba las cejas ante mi respuesta

- Lo siento, de veras, eso es porque no sé qué me pasa que me resulta imposible no acercarme a ti, es como si tuvieras un imán y mi armadura de hierro se siente atraída por el magnetismo de este – atrapó mi manos mientras estas hacían el recorrido de apartarse de su cuerpo tras haberla apartado un poco, manos heladas a causa de que cada una sostenía una cerveza, pero el frió en ese momento no me venía nada mal, sinceramente – Dime que te molesta de verdad que estemos así de cerca y me iré.

Mis ojos se abrieron como platos, mi respiración se aceleraba por momentos y no podía moverme, no podía apartar la vista de sus ojos, de sus labios en ese justo momento.

- ¿Quieres que me vaya? - me volvió a decir en el susurro más erótico que había escuchado en mi vida mientras acercaba sus labios a los míos aún más – no quiero que me digas lo que debería hacer, lo que se supone que tendrías que decirme Alba, quiero que me digas lo que tu cuerpo quiere que haga – y nuevamente dio un paso al frente apenas dejando espacio entre su boca y la mía, pero con la suficiente lentitud como para dejarme tiempo a que reaccionase y la rechazase de nuevo, no lo hice. 

Emití un gemido casi imperceptible, excepto para Natalia, que apenas lo escucho salir de mis labios se abrió camino hacia mi boca. Sus manos agarraron con fuerza mi cintura y me pegó completamente a su cuerpo, su lengua jugaba con la mía en un baile lento y húmedo que apartó de mi cuerpo el nerviosismo anterior para transformarlo en deseo. 

Natalia sacó su lengua de mi boca lentamente y sin recogerla en la suya siguió lamiendo mi barbilla hasta llegar hasta mi cuello dejando un reguero húmedo que me ponía la piel de gallina.

 Yo estaba quieta, en la postura que tenía justo antes de que Natalia se abalanzase sobre mi boca, sin embargo mi cuerpo respondía a sus besos y al agarre de su cintura arqueando mi espalda y adelantando mi pelvis hacia ella, buscando un contacto más íntimo. 

Natalia volvió a unir su lengua a la mía dándome pequeños lametazos bajo esta, lentos y precisos, me volvía loca su tacto. Mientras tanto, se abrió paso con una de sus piernas entre las mías y comencé a sentir suaves embestidas contra mi sexo que empaparon mi ropa interior.

- Necesito ir al baño ya o me lo hago encima.

Era la voz de María que entró de pronto corriendo desde el jardín mientras se desabrochaba los pantalones camino del baño

- ¡Joder! – dije mientras me separaba de Natalia y escondía más mi cuerpo tras la puerta abierta de la nevera.

Natalia se separó de mí y se quedó mirándome divertida ahora a una distancia prudencial.

- ¿Qué pasa Alba? ¿No te decides con la cerveza? – venía diciendo María en voz alta desde el baño mientras se recolocaba el pantalón

- Lleva un rato a la búsqueda de la cerveza más fría – sonreía Natalia – pero esas dos lleva tanto rato con ellas en las manos que seguro que a estas alturas están ya calientes – soltó de nuevo Natalia con toda la cara dura posible mientras me guiñaba un ojo.

Un calor súbito inundó de nuevo mi cuerpo mientras me giraba hacia la nevera soltando las cervezas que tenía en la mano y cogiendo las primeras que pillé.

- ¿Te decides Rubia? – me decía impaciente María apoyada al otro lado de la barra de la cocina.

- Siiiii impaciente, aquí tienes – traté de parecer en calma con todo lo que acababa de pasar – luego cuando estés disfrutando de ella me lo agradecerás.

- ¡Seguro! – decía María mientras abría su cerveza y se salía de nuevo hacia afuera.

Me alegré profundamente de que la habitación estuviese en penumbra, de no haber sido así toda la intención de dejadez que le hubiera puesto a mi voz no habría tenido sentido al verme las mejillas sumamente coloradas que debía tener. 

Comencé a caminar para salir fuera. Natalia nuevamente trató de cerrarme el camino acercándose a mí, esta vez no la dejé, sin atreverme a alzar la vista y mirarla, la aparté con mi brazo y pasé a su lado a reunirme con el grupo.

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora