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Laura

Aquella mierda me estaba afectando más de la cuenta y no sabía si aún conseguía disimular lo suficiente como para que Alba no lo notase, estaba segura de que no. Tenía muchos años de experiencia a mis espaldas y había lidiado con todo tipo de gente, pero la forma en que la pequeña rubia de ojos enormes me sacaba de quicio no lo había conseguido demasiada gente.

Cuando aquella maquilladora me había dicho que su amiga era la chica que había rechazado el trabajo en prácticas, en mi estómago se había cogido un pellizco de atención de inmediato. Aquella chica, de la que me habían llegado unas recomendaciones nada habituales para chicas de esa edad, y con la que había flipado bastante al indagar en su trabajo, que había expuesto a nivel universitario, había sido mi gran apuesta desde primera hora. De hecho ya soñaba con que pasase el invierno y la tediosa exposición de la pintora rusa que al comité se le había metido entre ceja y ceja, para empezar a verla trabajar en la parte que a mí realmente me gustaba de esta galería, las exposiciones de jóvenes talentos. Soñaba con aquello cuando aceptó nuestra oferta siendo aún solo principios de verano, y mi decepción fue profunda cuando llegué tras las vacaciones y me encontré con la terrible noticia de que por algún motivo que no acertaba a comprender había renunciado, ni siquiera eso, no se había presentado ni contestado a la multitud de llamadas que se le hicieron. Que aquella maquilladora pusiera ante mí de nuevo la posibilidad de contar con ella, o al menos conocerla en persona y ver lo que me estaba perdiendo era una oportunidad que no pensaba desaprovechar, y no lo hice.

Cuando Alba apareció aquel día por mi despacho, con esas mejillas sonrosadas por los nervios y la vergüenza, me pasé un poco con ella. Quería llevarla al extremo hasta saber qué le había hecho abandonar un proyecto tan importante, que fuese una chica me dejó asombrada, era algo que no esperaba. Persistí en mi actitud pedante y entrometida y me descolocó que a pesar del rubor de sus mejillas defendiese su intimidad de forma tan descarada y no tratase por un solo segundo de complacer mi curiosidad más allá de lo necesario, lo hizo educada y contundentemente y supe que la quería a mi lado. Lo que no sabía en ese momento era que la persona que le había dado la vuelta a su mundo era la misma que se lo había dado al mío.

Siempre fui una persona responsable y dedicada a mis estudios. Todo mi entorno parecía ver con normalidad que no contase con relaciones afectivas en mi haber, al fin y al cabo dedicaba todo mi tiempo a lo que realmente me llenaba. A todo mi entorno le parecía algo normal, menos a mí. Mi problema era que tenía bien claro desde pequeña que a mí no me gustaba jugar a los médicos, sino a las enfermeras, y ese tipo de desviaciones en mi familia no estaban demasiado bien vistos, así que aparté ese tipo de pensamientos de mi cabeza lo suficiente como para estudiar hasta el final, trabajar como una jabata y conseguir el estatus que ahora disfrutaba. Una vez ahí, tenía suficientes ganas y suficiente independencia como para empezar a tener mis primeras amantes a las que metía y sacaba de mi vida a placer, me colmaban y no enturbiaban con preocupaciones mi espacio personal, hasta que apareció Natalia. Al principio me costó convencerla de que volviese a quedar conmigo, ella no quería complicaciones sentimentales y no sabía cómo explicarle que yo tampoco. Cuando al fin accedió y se convirtió en una pequeña rutina, yo estaba cada vez más colada y necesitada de tenerla a todas horas pero era lo suficientemente terca como para no verbalizarlo y tratarla como si fuera mi juguete. Pensé que así reaccionaría si ella también sentía algo más, pero no fue así, acabó cansándose de que la hiciera sentir como un objeto más de mi colección y se marchó dejándome en la mierda.

Nadie me había vuelto a revolver cosas por dentro hasta que aquella rubia había entrado en mi despacho y me había contado con un desparpajo que yo no hubiera ni soñado a su edad, que le había puesto los cuernos a su novio con una chica, y en ese momento solo deseé ser esa chica o al menos haber tenido esos ovarios a su edad. Me jodió sobre manera descubrir tiempo después que conocía a Natalia, que la estaba llevando a mi galería para que la ayudase, y más aún que la chica que había provocado que huyese y casi perdiese esta oportunidad para su futuro también había sido ella. Es cierto que yo no había lidiado bien con mis sentimientos y había tratado fatal a Natalia, pero sabía perfectamente como era, y me jodía pensar que fuera ella la que estaba en la cabeza de Alba y no yo, que no le jodería la vida como la morena estaba acostumbrada a hacer con todas a las que se tiraba y acababa cansándose de ellas, así que haría todo lo posible para que entendiera que aquella relación no le convenía.

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora