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Natalia

Podría haber afirmado sin miedo a equivocarme que de todas las veces que había podido disfrutar de Alba aquella había sido la mejor sin lugar a dudas, no solo la mejor con ella, la mejor en los términos más absolutos. Había practicado sexo con muchas mujeres, ninguna me había dado tanto placer, ninguna me había hecho sentir lo que acababa de sentir con ella. Si en algún momento había tenido dudas sobre si tenía sentimientos por Alba en aquel momento estaba totalmente convencida de que así era. Cada momento a su lado se convertía en el mejor momento, no quería nada más ni a nadie más, era insustituible. Personalmente me tenía totalmente conquistada, cada conversación, cada interacción con ella me mostraba a una mujer sumamente especial, diferente, de la que quería saber más y más cosas, con la que no podía abandonar la sonrisa de mi boca. En cuanto a la atracción que sentía por ella, superaba cualquier expectativa al disfrutar de ella. Sus miradas, su roce, sus besos, su manera de jugar conmigo, de seducirme... Siempre he sido la que ha dominado la situación en ese ámbito, y siempre sabiendo satisfacer a la persona que tuviese en frente mientras a la vez buscaba la forma de que me llevara a mi propio placer, con Alba me era imposible, y eso me excitaba y gustaba cada vez más.

Apenas terminó de darme el mejor orgasmo que había tenido nunca se quedó tumbada sobre mi espalda, esperando que yo pudiese recobrar el aliento que ella me había robado a base de hacerme gemir, no quería ni pensar en la posibilidad de que lo hubiera hecho tan fuerte que Afri o Damion me hubiesen escuchado en esa situación, pero es que no había podido evitarlo. En cuanto me recuperé un poco me fui directamente hacia ella tomando su cuerpo desnudo y tumbándola sobre mí, no podía dejar de besarla, su sabor me volvía loca y tenía un pellizco de felicidad en el estómago que nunca antes había sentido

- Ahora es cuando me pones una excusa tonta y te vas ¿no? - me dijo Alba sonriendo mientras apartaba el mechón de pelo que tenía en mi cara colocándolo tras mi oreja

- Si eso es lo que piensas que voy a hacer contigo estás muy equivocada – le dije al oído mientras ella besaba mi cuello y le dejaba pequeños mordiscos en su lóbulo

- No es lo que pienso... no quiero ni pensarlo, quiero que nos quedemos aquí, así

- Eso va a ser imposible – le dije con chulería, ella separó su cara de mi cuello para mirarme fijamente a los ojos con contradicción en su rostro – no pienso quedarme así cuando estoy loca por volver a comerte entera

Alba abrió mucho los ojos, esta vez más tranquila, pero sin tener muy claro a qué me refería. Entonces la levanté sobre mí, para tratar de colocar su sexo justo encima de mi boca. Ella al ver lo que trataba de hacer se ayudó de las rodillas colocándose a horcajadas sobre mi cara mientras apoyaba las manos en la pared sobre la que descansaba el cabecero de su cama. Pensé que no había imagen más sexi en el mundo que Alba moviendo sus piernas para ponerse a horcajadas donde ella quisiera, sobre mi regado, sobre mi culo o sobre mi propia cara... La tomé del culo y la senté sobre mi boca empezando a lamerla suavemente con mi lengua de arriba abajo mientras ella agrandaba el movimiento moviéndose de la forma más sexual posible cabalgando sobre mi cara. El tenerla así, totalmente abandonada al placer que mi lengua le proporcionaba entre sus piernas, inició una sacudida de placer absoluto en mí que provenía directamente de mi entrepierna. Me parecía mentira casi intuir el placer que yo le estaba proporcionando físicamente de forma etérea, en mi propio cuerpo. Alba estaba demasiado húmeda, su esencia se esparcía por mi boca y mojaba mis labios, aquello acompañado de sus vaivenes en búsqueda de un mayor placer hicieron que abriese aún más mi boca y aumentase mis movimientos, deseaba comérmela entera, saborearla, bebérmela a sorbos disfrutando del sonido de sus jadeos cada vez más incontrolados que llenaban la habitación

- Nat, Naaaat... sigue, ahhhhh me vas a matar, Nat, Naaaaat...

Noté como su cuerpo se contraía poco a poco y pegaba a un más su sexo a mi boca reteniendo el roce justo en un punto y prolongándolo para acabar en lo que supuse sería un orgasmo placentero. Se quedó jadeando, recobrando la respiración mientras estaba sentada sobre mi pecho, muy cerca de mi boca, de donde se acababa de alejar y mirándome con una cara indescriptible. Puso sus manos hacia atrás a cada lado de mi cuerpo y sin dejar de mirarme se apoyó sobre estas para levantar su propio cuerpo y volver a acercar su sexo lentamente a mis labios, totalmente abierta a mí. Le respondí pasando la punta de mi lengua nuevamente por su zona más húmeda, de abajo arriba, y ella permaneció ahí emitiendo un nuevo jadeo profundo mientras temblaba nuevamente. Al fin relajó sus manos dejándose caer hacia atrás con su cuerpo totalmente echado sobre el mío y su sexo, relajado y exageradamente húmedo, era lo que yo podía ver de ella, y me pareció una imagen maravillosa. 

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora