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Natalia

El monótono sonido del despertador había vuelto a mi vida a tempranas horas. Ese día me desperté nerviosa. Sabía que tras las horas de encierro en el estudio volvería a estar con ella, pero ya no ignoraba que estábamos a lunes, y el jueves de esa misma semana Alba abandonaría definitivamente Madrid para comenzar una nueva aventura a cientos de kilómetros de distancia del lugar que había vuelto a cruzar nuestras vidas.

La apatía comenzó a hacer mella en mi estado de ánimo y me negaba a mí misma hacerme las preguntas adecuadas que me llevaban al motivo de esta. En mi foro interno sabía que todo tenía que ver con que mi aventura con Alba estaba llegando a su fin, sin embargo, en vez de plantearme otras posibilidades más constructivas, un pensamiento persistente que me pedía la calma de la que había gozado en los últimos meses, me hacía pensar que por muy atractiva que me resultase la idea de seguir disfrutando de ella, esto solo alteraba mi mundo, el tranquilo mundo alejado de las comeduras de cabeza y el sufrimiento, no me quería dejar llevar por algo que acabaría siendo inevitablemente doloroso.

Terminé de vestirme y salí al salón dispuesta a tomar un café que me terminase de poner las pilas antes de marcharme al trabajo. Sentada en la cocina, terminando el suyo, me encontré a María. 

Hubiera preferido estar sola.

- Buenos días – dijo María nada verme aparecer – Has madrugado

- Sí, me temo que mis días de dispersión van tocando a su fin

- Tienes suerte, hay café recién hecho

María no parecía tener ninguna prisa por terminar su desayuno y largarse al trabajo. No es que me molestase su presencia, simplemente la realidad comenzaba poco a poco a abrirse paso en mi cabeza y no la estaba asimilando tan bien como esperaba. Definitivamente Alba había conseguido derribar todas mis barreras, consiguiendo que me dejase llevar sin pensar en nada más. En ese momento, todos los pensamientos pospuestos se revelaban como una tormenta que te pillara de improviso, y no estaba preparada.

María me observaba en silencio y yo sabía que estaba buscando la forma de que, de nuevo esa realidad que llamaba impaciente a mi puerta, me alcanzase.

- Natalia, sé que no quieres hablar del tema pero... ¿Qué fue lo que pasó ayer con Alba?

- Tienes razón, no quiero hablar del tema.

- Joder, me desesperas ¿sabes?

- ¿Qué quieres que te diga, Mari? – le dije rendida.

- ¿Qué hay entre vosotras? ¿Qué sientes por ella? No quiero que me lo cuentes a mí, necesito saber que te has planteado tú esas preguntas. Me niego a creer que de verdad piensas que cuando se vaya en unos días tu vida volverá a ser la de antes

- Pues no María, es evidente que no me quedaré tan tranquila pero ¿Qué quieres que te diga? Ninguna esperábamos esto, a mí desde luego me ha cogido por sorpresa, y no pienso dejarme llevar por la apatía. Solo necesito volver a tomar el control de mis emociones, volver al trabajo, retomar mi vida en el punto en el que la dejé hace dos meses

- No entiendo porque insistes en ver lo que tienes con Alba como un paréntesis, como unas vacaciones en las que te has permitido sentir. ¿Qué hay de lo que siente ella?

Aquella pregunta fue perdiendo energía mientras era formulada haciendo que María la terminase casi en un susurro, como si hubiese tocado una tecla que no correspondía. Sabía que María se preocupaba por ambas, pero no entendía por qué se empañaba en romantizar lo nuestro hasta unos niveles de importancia que nosotras mismas no habíamos querido darle.

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora