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Natalia

Tres oportunidades, desde que nuestras vidas se volvieron a cruzar había tenido tres oportunidades de despertar junto a ella. Las dos primeras las había desaprovechado yo, primero porque todo me había pillado por sorpresa y luego porque pensé demasiado, no queriendo dar a entender que aquello fuese a dar lugar a nada entre nosotras, como si eso fuese posible, como si hubiera alguna posibilidad de volver a tener algo con Alba y simplemente dejarlo pasar. La tercera fue aquella mañana, en el piso de su madre. Ahí no había tenido duda ninguna. Después de haber hablado, después de habernos entregado la una a la otra sin reservas, dejándonos claro que no queríamos nada más que disfrutarnos en todos los sentidos posibles. Me hubiera encantado sentirla toda la noche, notar como perdía la conciencia en mis brazos y de igual forma volvía a recuperarla, pero era lógica su postura, tanto su madre como su hermana se habrían hecho ideas precipitadas de un hecho que nosotras aún no habíamos terminado de asimilar.

Lo más complicado fue volver a verla saludándome al asomar mi cabeza por la cocina aquella mañana, y contener las ganas de volver a sus labios. Para cuando aparecí por allí Rafi ya había preparado un maravilloso desayuno que yo devoré para reponer energías, aquella noche me había dejado en la reserva.

El desayuno fue tardío ya que ninguna nos preocupamos en madrugar, y esta vez el intento de la Rafi por seguir reteniéndonos allí un poco más con la excusa de la hora y de que el almuerzo nos pillaría en pleno viaje no cuajó, ni por su parte ni por la mía, creo que ambas deseábamos por igual salir de allí y volver a estar solas, por fin.

Alba

Volver a disfrutar de su boca, saber que lo que habíamos vivido la noche de antes no era un sueño, eso era lo que llevaba necesitando desde que desperté aquella mañana en el sofá del salón y frenéticos volvieron a mi cabeza todos los recuerdos de lo hablado, vivido y sentido aquella noche junto a ella.

Mientras escuchaba a mi madre trapicheando en la cocina y trataba de entrar de nuevo en la realidad de estar despierta tras pocas horas de sueño, me venían a la cabeza retazos de la conversación que habíamos tenido aquella noche, frases que Natalia había vomitado desde el corazón

"Te queda un mes aquí y solo quiero tu permiso... tú sí quiero"

"... Créeme que nadie me ha gustado nunca como tú en ese plano, que nadie me ha hecho tanto disfrutar, pero que renunciaría a él si hiciera falta por cualquiera de las otras cosas que he conocido de ti y tanto me gustan."

Aquellas palabras habían llegado tan dentro de mí, entendía tan bien lo que quería decir cuando pedía mi permiso...

Aún no me podía creer que podría volver a besarla, a acariciarla, prestarle toda mi atención sin sentir que ese era un sentimiento que debía quedar solo para mí, que debía disimular ante ella.

Creo que las dos estuvimos de acuerdo en pensar que no era cuestión de dejarnos llevar nada más vernos, de momento aquello era nuestro y ninguna de las dos queríamos implicar a terceras personas, pero apenas nos despedimos de mi familia y juntas pusimos rumbo a Madrid, me permití decir lo que sentía sin cortapisas de ningún tipo

- ¿Te he dicho que te has despertado preciosa?

Natalia iba conduciendo y yo a su lado, no podía dejar de mirarla mientras sentía un aleteo en mi barriga que no cesaba

- Tú estás más guapa que ocho guapas – me contestó con una sonrisa bobalicona

- Llevo desde que te vi aparecer loca por volver a besarte – le solté, sintiéndome libre

Natalia ralentizó la marcha provocando que el semáforo que nos esperaba unos metros más adelante nos pillase en rojo. Entonces detuvo el vehículo y sin pararse a pensárselo se giró hacia mí y buscó mis labios. El choque con su calor ajetreó el aleteo en mi interior, lo esparció en círculos concéntricos, como las ondas en el agua al impacto de una piedra con esta, destrozando la quietud y llevando aquel aleteo salvaje hasta mi centro

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora