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Alba

Alex me cogió por la espalda al entrar al piso y empezó a besarme el cuello.

- Alex... ¿Qué haces?

- Vamos Alba, mañana trabajo y pasaré la noche fuera, quiero disfrutar un rato de la chica más bonita de los alrededores – decía juguetón y sin querer soltarme.

- Estoy cansada cariño, llevo todo el día organizando la mudanza y no esperaba tener que salir ahora también. Además – dije mientras me deshacía de su abrazo – necesito tomar una ducha, llevo soñando con ella todo el día.

- Igual con el agua calentita te da ganas ... - reía Alex mientras se quitaba la camiseta y se adentraba por el pasillo camino del dormitorio.

No es que no tuviera ganas, si algo me había dejado Natalia era con ganas de más. 

Si Alex, en vez de andarse con rodeos, hubiera llevado su mano directamente a mi sexo, habría notado una humedad que ni todas las excusas del mundo le hubieran podido convencer de que estaba cansada y no sacaría nada de mí. 

Tenía claro que no quería hacerlo otra vez, no cuando era ella la que me había puesto así. No pensaba sentirme de nuevo como una mierda cuando tras el orgasmo me dijese sus sentimientos al oído mientras yo solo podía pensar en cómo conseguía esa morena alta ponerme tan caliente.

El agua templada caía sobre mis hombros empapando a su paso el resto del cuerpo. Limpiaba mi cara bajo el chorro de agua y no podía quitar de mi cabeza la escena vivida hacía un rato. Mis dedos se quedaron en contacto con mi boca y me detuve ahí. De repente empecé a chuparlos sacando un poco la lengua y traté de imaginar cómo había sentido ella el contacto con mis labios, al recordar los pequeños lametones que me había dado dentro de mi boca. 

Buscando el tacto de mi lengua sentí una punzada en mi centro que me hizo llevar hasta allí mis dedos. Comencé a acariciarlo mientras el agua se escurría entre mis piernas, estaba muy húmeda y la sensación de placer absoluto pronto empezó a subirme desde las piernas hasta explotar dentro de mí. 

Me guardé un gemido ahogado mientras mordía mi nudillo con los dientes y terminé apoyándome exhausta contra la pared de la ducha, dejando que el agua apagase poco a poco el deseo. 

"¿Qué me estás haciendo en la puta cabeza Natalia?"

A la mañana siguiente, cuando Alex salió por la puerta destino al trabajo, tenía claro que no iba a salir esa noche. 

Había pasado la mañana en el estudio que Alex me había construido en el jardín, había retomado tras meses sin hacerlo el cuaderno de dibujo y la inspiración había vuelto a mi como si los meses rodeada de libros y alejada del dibujo solo hubieran sido un paréntesis sin importancia.

Alex había dedicado el día a organizar estrategias de partido y hacer su maleta. Habíamos almorzado juntos, pero sin una conversación fluida, él estaba absorto en la lectura de jugadas habituales del equipo contra el que jugarían y tomando notas mientras yo, en parte, agradecía el silencio, me apetecía estar sola, conmigo misma. 

Había dado tantas vueltas a lo que había pasado la noche de antes que si algo tenía claro era que no volvería a pasar. 

Natalia me gustaba, sí, era evidente. Apenas me miraba y me ponía como una moto. 

Hay veces que ocurren cosas que no podemos controlar, nuestro cuerpo reacciona ante algo sin explicación aparente, como una alergia repentina al huevo o al marisco cuando llevas años comiéndolo y nunca te había pasado nada, eso era Natalia para mí, una alergia insoportable que me estaba volviendo loca. 

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora