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Natalia

El cumpleaños de Pablo se había convertido en la excusa perfecta para volver a disfrutar un día completo los unos de los otros. Sin lugares que nos resultasen extraños, sin el maremoto de gente que solía agolparse en lugares comunes. Disfrutar a su vez de todo esto cerca de ella, me sostenía en una nube blanca a la que no conseguía llegar la incertidumbre por el futuro ni la pesadumbre del pasado.

Tras el impacto inicial de vernos regalándonos caricias y miradas sin reservas, todo se vio envuelto de una familiaridad y camaradería que hacía años que no vivía, solo que ahora había abandonado mi rol distante para sumergirme por completo en un calor conocido que me ensanchaba el alma.

La extraña similitud entre las cosas que sentíamos y no expresábamos entre Sabela y yo, aunque por motivos distintos, nos había dado a ambas la valentía para estar como queríamos y no cómo soñábamos estar, sin pensar en lo que ocurriría mañana. Disfrutaba de la gente que querría tener cerca siempre buscando su contacto, sintiendo que la tenía cerca, y me hacía feliz ver que Sabela había tomado la misma decisión. Aquello había sido un punto de inflexión para ambas que sin duda para ella había sido definitivo, y no me apetecía pensar en lo que supondría para mí, solo deseaba seguir embriagada de ese sentimiento y dejarme llevar.

Sabela había abandonado su tristeza y sus temores para buscar a Julia y con un simple gesto, decírselo todo. Verla sentada sobre sus piernas, abrazada a ella, sin tener en cuenta lo que los demás pensasen, anteponiendo su felicidad al miedo, me reconfortó.

La tarde ya tomaba tintes anaranjados que nos prevenían de la inminente llegada de la noche, y allí seguíamos. Habíamos pasado de las cervezas y la barbacoa a las copas, entre risas de una tarde de domingo, todos juntos, cabalgando una misma ola, y aunque la mayoría tuviesen que madrugar al siguiente día, aun nos quedaban unas horas de tregua para atrapar aquel momento y sacarle todo el jugo.

- Julia ¿Crees que Sabela te soltará un ratito para que saquemos las guitarras? – les dije a ambas con una sonrisa cómplice

- ¿Vais a tocar algo? – preguntaba Sabela ilusionada

- Si lo dices con esa cara yo toco lo que tú quieras – contestaba Julia reflejando en su rostro mil sentimientos que habían acallado de un plumazo las sensaciones con las que había empezado aquella mañana

No me apetecía abandonar la sensación que me provocaba estar allí sentada sintiendo la cabeza de Alba sobre mi hombro mientras hablaba con África, esa maravillosa sensación de compartir momentos con otros pero sin abandonar el roce de la persona que en ese momento pone tu mundo a girar. Adoraba sentir la certeza de que no era casual, de que al volver ella seguiría ahí y sin ningún pudor volvería a buscarme o yo la buscaría a ella sin pensar en nada más, me daba una tranquilidad y un sosiego nunca antes vivido.

- ¿Me devuelves mi brazo? – le dije a Alba mientras disfrutaba del olor de su pelo con el roce de mi nariz

Alba alzó su cabeza y dejó un pico en mis labios que ensanchó mi sonrisa.

- Te lo devuelvo pero solo un ratito

- Solo un ratito, lo prometo. Julia y yo vamos a por las guitarras

- Conciertito de domingo – decía Alba dando palmaditas ilusionada

"Es que me la quiero comer. ¿Pero cómo puede ser tan tierna?"

Alba

Estaba deseando saber qué había conseguido decirle Natalia a Sabela, que yo no supe decir, para que llevase toda la tarde amarrada al cuello de Julia en actitud cariñosa y sin el más mínimo sonrojo por lo que pudiesen estar pensando lo demás. Tampoco me había pasado desapercibido que la propia Natalia se había saltado sus propios límites y nuestra pseudo relación entre cuatro paredes en ese momento era una visita a puertas abiertas donde había decidido dejarse llevar sin pensar, por primera vez, en lo que eso supondría y tanto pánico parecía darle, poner un nombre a lo nuestro a los ojos de los demás, que sin duda, antes o después preguntarían.

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora