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Natalia

A pesar de haberme acostado casi a las 5 de la mañana no aguanté demasiado en la cama. Tenía un dolor de cabeza terrible, cada gota de alcohol que había ingerido la tarde anterior me golpeaba como una aguja punzante en la cabeza, pero lo peor no era esto, lo peor era la sensación de malestar y ansiedad que se fue generando en mí conforme iba recordando y analizando todo lo que había pasado. Recordaba haberme dicho a mí misma que los límites que estaba cruzando aquella noche con Alba tampoco eran para tanto, algo de roce, unos besos a escondidas en el jardín, más jugando que otra cosa y poco más. Sin embargo ahora sabía que aquel pensamiento era engañoso, era la excusa que pone el alcohol para que no te importe absolutamente nada, pero el efecto de este había pasado y solo quedaba el dolor de cabeza y la vergüenza por mi comportamiento tanto con Alba como con Julia, aunque había algo peor que simplemente la culpa, había dolor en mí porque no podía evitar sentir cosas por Alba, cosas que me afectaban en mi comportamiento, en mi relación con los demás, en mi estado de ánimo... Y aquella noche había pasado de la más absoluta de las felicidades cuando volvía a disfrutar de los labios de Alba, de sus besos, de su calor, de su atención... al infierno más absoluto cuando la realidad que vivíamos nos golpeó en la cara y tras casi rogarle que no abandonase a Julia después de lo que acabábamos de vivir durante toda aquella noche, ella se mostró cansada de mí, enfadada y se marchó para irse junto a ella y comerle la boca delante de mí, y llevársela a casa para darle el placer que yo misma deseaba pero no sería mío

- ¿Natalia? – María apareció frotándose los ojos por el salón del piso - ¿Qué haces ahí sentada? Solo hace unas horas que nos hemos acostado

- No podía dormir ¿Y tú?

- Tengo un dolor de cabeza horrible, o me tomo una pastilla ahora o de aquí a un rato será peor – María se tragó la pastilla con dificultad y se sentó a mi lado en el sofá – Dime que te pasa, no sueles tener problemas para dormir y ya anoche te fuiste a la cama con una cara que no me gustó nada

- No es nada, supong...

- Natalia Lacunza, son las 10 de la mañana, me duele la cabeza y no estoy para que me marees – me interrumpió María decidida – Voy a hacer un café, y mientras me hace efecto el ibuprofeno me vas a contar de una puta vez qué pasa por tu cabeza, porque sé que pasa algo y me huelo lo que es, pero me lo vas a contar tú

María se fue hacia la cocina a hacer café para ambas y yo me quedé pensando en qué contarle o si debía hacerlo. Ella era consciente de lo que había pasado cuando conocí a Alba, y aunque no tenía ni idea de lo que sentía por ella y al igual que yo era amiga de Julia, no tenía a nadie más con quien desahogarme y necesitaba un punto de vista diferente, aquella historia me estaba quemando y la nube en la que había vivido las dos semana que me había visto con Alba a escondidas para ayudarla en su proyecto me había estallado en la cara con lo sucedido unas horas antes y el sentimiento que me había generado verla desaparecer junto a Julia, nunca antes me había sentido así, mientras pensaba esto no pude reprimir las lágrimas que vinieron a mí sorprendiéndome

- Natalia... ¿Estás llorando? – María se acercó a mí preocupada, con los cafés en la mano, los puso sobre la mesa y me abrazó – Háblame por favor ¿Qué te pasa? No puedes guardarte las cosas así, sea lo que sea hay algo que te está haciendo daño

Estuvimos un rato en silencio, no hablaba porque no me salían la palabras a causa del llanto, no sabía qué decirle, cómo ordenar los sentimientos que me invadían y decirlos por primera vez en voz alta. Transcurrido un rato me calmé un poco, puse azúcar en mi café, María quiso darme mi tiempo haciendo lo mismo y sin pensarlo comencé a hablar

- María... estoy hecha una mierda

- ¿Pero qué te pasa? No entiendo nada, ayer estabas tan feliz... estos días...

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora