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Alba

El ambiente en casa de María era distinto a la noche anterior. Cuando nos abrió la puerta nos condujo directamente al jardín y nos sentamos allí con el resto de gente, que no eran muchos. Esta vez no había música, parecía que disfrutaban de una agradable charla entre amigos rodeados de unas cuantas cervezas, prefería ese plan a uno más movido.

- Bueno, estos son África y Damion – nos dijo María mientras traía nuestras cervezas – Estas las traigo por cortesía, el resto tendréis que levantaros a cogerlas, estáis en vuestra casa.

- Soy Alba.

- Alex.

- Encantada – dijo África con una sonrisa preciosa.

- Un placer – repuso Damion levantando un poco su cerveza hacia nosotros.

- Y yo soy Natalia, aunque bueno, a mí ya me conocéis ¿No Alex? No sabía que tenías novia, ni que era tan guapa.

Ahí estaba de nuevo, ella soltando sus perlitas y yo no sabiendo donde meterme. Ni siquiera se cortaba porque Alex estuviera ahí

- No te he contado nada de mi novia porque la palabra en sí te da alergia Natalia. Y sí que es guapa, sí.

Todos se rieron y rápidamente empezaron una conversación, pero yo aún necesitaba unos minutos para recomponerme. El pique estúpido de Natalia y Alex exhibiéndome como un trofeo al mejor piropo me había parecido de un hortera increíble. Y lo que peor me había sentado era no haber sabido reaccionar, y quedarme ahí como una tonta viendo cómo se reían y hablaban de mí como si yo no tuviera más cualidades que resaltar.

Natalia

Me era imposible no quedarme mirando a Alba.

Seguía el ritmo de la conversación, las bromas, las risas, pero mi mirada se había quedado anclada sobre ella. De vez en cuando asentía o escuchaba centrando la atención en mi interlocutor en ese momento, pero en mi vaivén de cabeza siempre encontraba el resquicio para seguir mirándola a ella de soslayo, cosa de la que estaba convencida que ella era consciente, y así quería que fuera.

Ella disimulaba algo nerviosa pero no decía nada al respecto, se limitaba a bajar la mirada o que esta deambulara entre las distintas cabezas sin centrarse en ningún objetivo fijo, y eso me gustaba aún más. 

Me sentía un poco mal, desde mi comentario acerca de lo guapa que era hacia Alex, la notaba incómoda, desubicada, como si una maraña de pensamientos se hubiera apoderado de su cabeza y no pudiera dejarlos pasar. No pretendía hacerla sentir mal, al contrario, me había sido imposible no soltar ese comentario porque aunque hablaba para todos, no podía evitar centrarme en ella e incluirla activamente en la conversación, quizá era una forma de disimular lo terriblemente atractiva que me parecía.

Alba era guapísima, en todo el amplio significado de la palabra. No mediría más de 1'65 pero su cuerpo guardaba un equilibrio estético realmente destacable. Sus ojos eran enormes, era lo primero en lo que te fijabas al verla, eran de un color miel lleno de matices que tornaban al verde cuando la luz del sol incidía directamente sobre ellos, eso lo descubrí el día que apareció con María por el "Tetris". Al principio traté de ignorar su presencia, aunque tenía claro que se trataba de la chica que la noche de antes me miraba con la cara desencajada y algo roja tras interrumpirme con una chica con la que me estaba liando en el pasillo de mi piso. Luego no tuve más remedio que mirarla cuando María me la presentó, y entendí que estaría obligada a verla casi cada día debido a que se trataba de mi nueva vecina. No pude evitar sonreírle todo el rato, en parte porque era la careta que mis impulsos usaban cuando una chica me llamaba la atención, en parte porque me parecía adorable la forma en la que dejó de atender a todo lo que la rodeaba centrando su atención solo en mí.

CAUSA Y EFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora