ALLISON


—¿De verdad? ¡Es una bruja!—exclamó Warren, tan enojado como yo.

—Me inclino más por Cruela de Vil, la original. Todas las demás son copias de ella, estoy muy segura —traté de sonreír.

Con Warren nos encontrábamos en mi cuarto ya que era el único lugar libre de hombres, además que era el sitio más privado que pudimos encontrar para que yo le relatara todo lo ocurrido en la casa de Connor. Habían transcurrido varias horas desde aquel suceso, y desde entonces no supe nada más de Connor. No me envió ni un texto, ni me llamó ni dio señales de vida. Prefería no pensar en que su madre lo había convencido, dado que había visto las expresiones faciales de tanto Connor, como Jayden y su padre cuando Justine había disparado su veneno.

Por cuestiones obvias, me salteé los detalles de la marea roja que era ahora mismo. Pero, dada mi suerte, olvidé meter los pantalones manchados en el cesto de ropa y los encontró en el suelo cuando entró a la habitación y no detuvo sus bromas pesadas sobre el período hasta que comencé a contarle lo sucedido con la madre de Connor y Jayden después de mi encuentro con el señor Andrés.

—No puedo creer que fuera tan zorra.

—Básicamente, tampoco yo. Pero ya qué, no pienso volver a cruzármela.

—¿Cómo? ¿Cancelarás las tutelas?

—No, porque de verdad las necesito y con urgencia —excusé rápidamente; aunque en realidad era la verdad a medias. Lo único que pasaba era que, si tenía que admitirlo honestamente, extrañarí­a pasar el rato con el estúpido de Connor. Y sí­, muy raro viniendo de mí­, pero lamentablemente es la verdad—. Intentaré que A) el señor Morris me cambie de tutor —mentira—, o B) y más probable, cambiemos el sitio de estudio.

Warren asintió, entendiéndolo.

No pude evitar ojear la pantalla de Alaska por si tení­a algún texto de Connor. Se había marchado después de que terminé de entrar a casa y no me dijo nada más sobre su madre; ni si había tenido su plática con ella o no.

¿Por qué me preocupaba por él? Hasta hace un mes esto no me sucedí­a.

—De todos modos, no te importa; ¿cierto?

—¿El qué? ¿Que Justine me rechazara al instante? No, para nada. Sabes que nada me afecta —sonreí­; pero eso hizo que arqueara una ceja. Mi sonrisa se esfumó al entender ese gesto— Bien, casi nada. Y la mayorí­a son los insultos; esos sí­ que no me interesan.

—Desde que los hiciste a un lado —asintió—, pero eso no implica que de vez en cuando te vengas abajo. Tuviste un momento así la otra mañana, ¿recuerdas?

Resoplé de nuevo.

—Sí­, y preferirí­a olvidarlo si no te importa. Cosa que no haces, así que olví­dalo de todas maneras.

—Sólo decía, Allie.

—Está bien—confirmé—. Es sólo que... a veces olvido el motivo del por qué repeler los cumplidos y aceptar con una sonrisa sarcástica las ofensas. Ninguno de ambos me afecta, lo que es positivo y negativo a la vez.

—Positivo por el hecho de que los insultos no te dañan como solían antes, y negativo porque los cumplidos tampoco te conmueven como deberían. Sí­, lo comprendo bien —se aclaró a sí­ mismo.

—Ahí lo tienes —respondí, recostándome contra la almohada—. Definitivamente soy un bicho raro.

—Yo no dirí­a que...

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora