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ALLISON


Me había quedado sin habla durante el tiempo que me tardé en dirigirme a mi cuarto sin ni siquiera saludar a mi padre. Mi padre, el que no confiaba en mí ni mis hermanos. El que estaba saliendo, literal y seriamente, con su ex secretaria.

Sabía que debía entender sus razones para ocultárnoslo, pero no podía. Era lo suficientemente egoísta como para creer en la traición que ejercía conmigo más que nada. Una cosa era que mis hermanos hombres comprendieran a mi padre y otra era que yo misma lo hiciera, siendo una mujer y siendo la única que parecía preocuparse por Trisha. Las reacciones serían gradualmente diferentes; de eso no había duda alguna.

Sin embargo tenía que obedecer a Cooper y cumplir con mi palabra. Si queríamos darle más dramatismo al asunto, y hacerlo más interesante, tenía que contenerme a no soltarle a Mason una sarta de barbaridades respecto a su mentira. No obstante, quería acabar con esto y acusarlo directamente.

Por eso me obligué a dormir una siesta hasta que fuera la hora de ir a lo de Connor. Tenía que evitar cruzarme con mi padre en lo que quedaba del día; y ya para el lunes estaría bajo control. Sólo necesitaba unas horas a solas conmigo misma para serenarme a mí y a mi cabeza.

Arrojé la mochila a una de las esquinas de la habitación tras cerrarla con llave, y sin más preámbulos me digné a abalanzarme sobre la cama.

Me quedé dormida a los diez minutos.



Lo único que me despertó de mi pesada ensoñación fue Alaska. Sonaba tan constantemente que creí que colapsaría el sistema y explotaría. Me tallé los ojos mientras seguía escuchando el tono de llamada. ¿Quién llamaba, de todos modos? Lo tomé de la mesilla de luz y antes de que cortaran, deslicé el dedo por la pantalla para atender.

—¿Hola? —mi voz sonaba rasposa por la siesta.

—¡¿SE PUEDE SABER DÓNDE DEMONIOS ESTÁS?! ¡LLEVO ESPERÁNDOTE HACE MEDIA HORA! —gritó la voz de Connor desde el otro lado.

¿Por qué llamaría Connor? Aguarden... No, no podía ser posible.

—¡Voy llegando! —mentí y colgué la llamada.

Después de eso, verifiqué la hora en la pantalla inicial. Eran las cinco. Las cinco de la tarde, cuando debería estar en la tutoría hace, literalmente, treinta minutos.

A la velocidad de la luz comencé a cambiarme de ropa, atarme el cabello con una liga en la parte superior de mi cabeza y lavarme los dientes. Guardé los apuntes de Biología en la mochila con mi celular y salí volando del cuarto.

¿Por qué nadie se molestó en despertarme?

Bajé las escaleras pisando los peldaños de dos en dos.

—¿Estuvo linda tu siesta, Allie? —preguntó la voz de mi padre. Mierda, no ahora.

—Sí, llego tarde —me excusé sin verlo a los ojos. Si empezaba a acusarlo sobre el por qué no me despertó antes, acabaríamos discutiendo sobre su relación con Monique. Y no quería cagarla, aún.

Ethan pasó por mi lado mientras comía una manzana y decidí descargarme con él.

—¡¿POR QUÉ DIABLOS NO ME DESPERTARON?!

—¿Qué? No sabía que dormías.

—¡DA IGUAL! ¡LLEGO TARDE! ¿DÓNDE ESTÁ COOPER?

—Llevó tus cosas a la casa de Trisha.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora