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CONNOR


Cerré la puerta de mi casa. Volvía a estar aquí sólo por darle a Allison la tarde libre con su madre; conociéndome sabría que regresaría a su casa para estar con ella esta noche. Era evidente.

Y ella ya no se quejaría como antes; algo que adoro de nuestra rara y peculiar relación.

Entonces me vi rodeado en el abrazo repentino de Jayden.

—Dios, hombre, creí que estabas en Madagascar o algo así —masculló.

—No creo que hubiera podido llegar tan lejos en tan poco tiempo —me reí.

—¿Dónde... dónde has...?

Suspiré mientras me limitaba a verlo a los ojos. No hacía falta decirlo.

—Mierda. ¿Y ustedes...?

Negué con la cabeza; orgulloso.

No me pensaba acostar con Allison pronto; o hasta que ella lo quisiera así.

Anoche fue un descontrol para ambos; aunque yo estuviera tan acostumbrado a este tipo de escenas por mi parte. En mí, era normal.

Pero en ella no.

Y quería darle algo más a ella que sólo sexo.

—Guau —puso los ojos, asombrado—. No me la creo.

—Yo menos, así que imagínate. Oye, ¿mamá está...?

—No. Pero sí papá. ¿Quieres que le diga que estás aquí?

—Seguramente me quedaré hasta que anochezca, así que no perdamos el tiempo.

—Así que... ¿cómo está la adorable Allison? —quiso saber David en la mesa.

—Pues bastante bien, creo —asentí—. Pasamos el fin de semana juntos, volveré esta noche.

—¿Ya lo oficializaron?

Inspiré. No quería mentir, pero tampoco quería quebrantar la promesa que hicimos juntos para obtener problemas luego.

—No, pero... Si tengo que opinar, estamos a punto.

David se rio.

—Pues sigue con lo que sea que estés haciendo, hijo, aparentemente si la chica te dejó continuar hasta ahora, nada podrá detenerte a ti ni a ella.

—Oye Connor, si a ti no te quiere, ¿me la puedo quedar yo? —bromeó Jayden.

—Sigue soñando eso. No es un premio, así que quítate la estúpida idea de esa estúpida cabeza.

David en vez de sermonearme se carcajeó. Por eso prefería pasar el rato con mi padre en vez de mi madre; todo era más divertido.

Pero entonces el clima cambió.

—¿Connor? —la voz de Justine sonó justo detrás de mí.

Cerré los ojos y suspiré.

—¡Oh, Dios, me has tenido muy angustiada! —sentí la presencia de sus brazos alrededor de mis hombros y su mejilla contra mi cabeza.

—Sí, y por eso me has dejado quince llamadas por día, ¿cierto? —rodé los ojos.

—No recordaba tu número.

—¿Jayden y papá tampoco? —Respondí— Ya, no te hagas problema. De todos modos no volví técnicamente. Sólo pasé a visitar.

—¿Qué? ¿Cómo...? No, no, no. Tú hoy te quedas. Y mañana, y el día siguiente, y toda tu vida.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora