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CONNOR


Maldita sea, necesito que diga que sí. Necesito con urgencia calmar estas ansias que tengo de pasar una simple noche con ella en una sencilla habitación. Tengo la suficiente fuerza de voluntad como para aislarme del sexo esta noche, pero no obstante se trataba de ella. De Allison, quien no parece empeñada a parar de ocasionarme sensaciones nuevas cada hora de cada maldito día que transcurre en mi estúpida vida.

—Está bien, puedes quedarte hoy y sólo hoy —murmuró una respuesta. El alivio hizo que mis hombros se relajaran—. Pero con esa condición; y trata de no ser visto ni oído. Eres hombre muerto de lo contrario; y no por mi padre, sino por mí.

Asentí rápidamente. Saber que podía estar tan cerca de ella ahora me ponía como loco.

—Me voy a cambiar. Tú busca unas mantas en el ropero y tíralas al suelo. Duérmete y no hagas ningún sonido.

—Okey.

Ella tomó un par de cosas del armario y se dirigió a la puerta contigua, que parecía ser la del baño en cuestión.

Hice lo que me pidió, y para cuando estuvo todo listo para mi imprevista estadía —porque, conociendo a All, podía ser blanco o negro. Y tenía que estar preparado para cualquiera de ambas decisiones—, me recosté en la nueva e incómoda cama, o al menos lo que simulaba ser ese lío de cobijas.

Al cabo de un corto tiempo, ella salió vestida del baño con un pijama de arco iris. Algo que me hizo recordar la estúpida película que vimos juntos hoy.

—Irónico —fue lo que dije.

Ella me rebuscó con la mirada y al encontrarme en el suelo, se vio a sí misma y sonrió.

Subió a su cama y apagó la luz. Oía cómo se movía para buscar comodidad de un lado a otro mientras que yo me quedaba en una sola posición mirando el techo. La escasa luz de la luna que se colaba por el vidrio de su ventana me hacía ver a la perfección cada facción de su perfil. Ella también miraba el techo, curiosa o aburrida.

No obstante, fue quien se durmió primero de los dos. Parecía como si estuviera tan sumida en sí misma que el mundo real no parecía ser una molestia para ella.

Me relamí los labios cuando vi los suyos entreabiertos.

Al diablo.

Me puse de pie, rodeé la cama y me acosté en el poco espacio que ella dejaba sin utilizar. Si iba a dormir aquí, quería que fuera con ella. Además, estaba dormida para saber que estaba en la misma cama que su cuerpo.

Recosté la cabeza contra la almohada y seguí mirando el techo hasta que sentí cómo ella se volteaba en mi dirección, quedando frente a mí. Desvié la mirada y la vi: tan preciosa y pacífica como pensé que sería cuando ella finalmente descansara su mente y cuerpo de todo, tan maravillosa como creí que sería verla soñar. Y confirmé la curiosidad que sentiría en este momento cuando me pregunté con qué o quién soñaba.

Terminé por acostarme sobre la parte lateral de mi cuerpo, quedando frente a frente con ella todavía dormida. Inspiraba con su nariz y espiraba con la boca de una manera que parecía demasiado relajada. Como si tuviera el sueño profundo.

No pude evitar tocarle un mechón de cabello que estaba cayendo por su frente y llevarlo más atrás de su cabeza azulada. Entonces pasó: ella murmuró algo ilegible y se acurrucó contra mi pecho.

Jadeó entre sueños, frunció el ceño y dejé que escuchara latir mi corazón para poder calmar esa necesidad que tenía tanto ella como yo.

Y luego me encontré durmiendo placenteramente junto a la chica que me volvía loco, en cada sentido humano que pudiera existir.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora