CONNOR


¿Cuánto misterio podía encerrarse dentro de una chica de dieciséis años? ¿Cómo era posible que no explotara de sobrecarga? Allison rompía el récord, efectivamente.

No tuve la oportunidad de averiguar más sobre su situación, porque a los pocos segundos que nos habíamos acostado —de la forma más inocente que puede interpretarse— en su cama, se había quedado profundamente dormida.

No obstante, decidí que dejarla descansar sería lo más conveniente para ella en estos momentos. No podía hacer otra cosa por All porque desconocía lo que estaba ocurriendo, pero al menos era algo por lo que podría estarme agradecida en el futuro.

Por mucho que quisiera dormirme junto a ella no obstante, la curiosidad por saber más de esta impresionante mujer que tenía respirando en mi pecho llevaba la delantera.

Realicé movimientos con mis articulaciones que fueran leves y lentos, para no lograr despertarla de su gran ensoñación; y cuando estuve liberado de su agarre, me puse de pie desde su cama.

Examiné la habitación, en busca de no sé qué; lo que sea, algo que me sirviera para entender a esta enigmática chica que me traía loco desde cualquier punto de vista.

Abrí cada cajón aprovechando que ella no estaba consciente para saberlo, y además de —conociéndome— detenerme a ver el tipo de ropa interior que tenía, no encontré nada más que pudiera ayudarme en mi búsqueda.

¿Cómo era posible que no escondiera nada? ¿Notas, dibujos, un diario? No había nada al alcance de mi mano para poder descubrirla.

Tal vez no quería que la descubrieran, lo que parecía evidente.

Estaba invadiendo su espacio y privacidad personal. Llámenme Connor el acosador.

Suspiré, resignado, y volví a la cama con Allison. Seguía tan dormida como un bebé, uno que babeaba mucho.

Sonreí ante la imagen.

Y me dormí junto a ella. 

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora