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Ira e impotencia corrían por mis venas mientras intentaba encontrar un baño cercano y lavarme la mano repleta de arcilla. Estaba claro que mis típicas maldiciones le daban ambiente al asunto también.

Para cuando encontré la puerta azul que había estado buscando por diez minutos, no vacilé en entrar y lavar mis manos, y también mi cara enrojecida por la furia. Si la gente comenzaba a llamarme Campanilla tendrían que comprender el motivo; y de cualquier manera era mejor apodo que "desafortunada Donnovan".

Bufé a la vez que oía entrar a un grupo de chicas escandalosas y partiéndose de la risa. Una especie de déjà vu aterrizó sobre mi mente; así que volteé a verlas y ellas hicieron lo mismo, acallando sus fastidiosas carcajadas en la mañana. Vaya silencio sepulcral se generó.

Las risotadas se transformaron en murmullos apenas legibles entre ellas.

¡Claro! Ya recordaba dónde las había visto, o cuándo mejor dicho: la vez en que mis pantalones terminaron siendo esponjas extra absorbentes de agua derramada del inodoro, ellas eran las chicas que se habían estado maquillando en el espejo mientras tanto.

Apoyé las manos sobre el lavabo y me incliné ligeramente hacia delante, dejando que parte de mi cabello —el cual necesitaba más tintura— cayera sobre mi cara.

Entonces, alguna chica de atrás musitó algo que... Bueno, vaya manera de cagarme el día:

—Eso de que esté embarazada es pura farsa, no me lo trago. Sin embargo, quitando del medio que fuera cierto o falso en cualquier caso, arruinó la existencia de Connor con tal de aparecerse en ella. Él estaba perfectamente bien como estaba antes, haciendo lo que le gustaba hacer más. Y ahora el muy idiota tiene que ponerse límites por la desafortunada Donnovan, de no creerse.

Lo peor de todo es que yo sabía que eso era cierto. No mi parte, pero sí la de él: antes de que me interpusiera en su camino, o que Morris lo hiciera por medio de la tutela, él iba por su lado y yo por el mío. Los dos estábamos acostumbrados a vivir nuestras vidas a nuestra manera. Él con el sexo frecuente y yo con mis meteduras de pata constantes. Eran nuestros modos de sobrellevar la vida, y ahora... Bueno, sigo cagando las cosas, pero él dejó de realizar... sus actividades por mí. No es demasiado justo, ¿qué le daba yo a cambio?

—¿Cómo puede vivir con la culpa en sus hombros? —Añadió ella— Está manipulando a Connor; no me extrañaría que, confirmando los rumores, se hubiera embarazado a propósito para atarlo a ella.

Hora de entrar en acción.

—Sabes que estoy aquí, oyéndolo todo, ¿cierto? —Me giré hacia ellas— No estoy embarazada de Connor ni de nadie, ¿de acuerdo? Tampoco lo estoy manipulando a mi beneficio; él puede hacer lo que se le antoje la gana con cualquiera.

—Pero están saliendo.

—¿Y eso significa que estoy embarazada de él? Vaya lógica —no me molesté en negarlo, ya toda la escuela lo sabía y había que ser idiota para no verlo en nuestras actitudes—. Hay gente que sale por querer salir y no para asegurarse noches repetidas de sexo, ¿no estás enterada?

—¿No te acostaste con él? —otra chica alzó las cejas.

—No, y si lo hubiera hecho tampoco se los hubiera dicho.

—Qué manera de engañar a las personas —la tercera suspiró—. No le creeré nada más a Peter.

Sistema de advertencia activado: ¿qué había dicho?

—¿Peter? —Insinué— ¿Qué Peter, el panda?

—No, ¿un panda? No tiene sentido —otra de ellas respondió, frunciendo el ceño—. Peter Evans, Donnovan. El único más popular y perfecto del instituto.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora