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ALLISON


El ruidoso e insoportable sonido de la maldita cosa del diablo que se hacía llamar despertador inundó mi cuarto entero. Mi cabeza comenzó a palpitar a causa de esa horrenda molestia.

Como pude llevé mi brazo para alcanzar el reloj y detenerlo por el bien de la humanidad, pero antes de que pudiera localizarlo a tientas me encontré con una superficie dura y peculiar que no era la mesa de luz donde se encontraba la alarma.

Frunciendo el ceño aún con los ojos cerrados, exploré la zona no identificada para reconocerla o algo. No obstante, esa superficie subía y bajaba acorde a un ritmo de respiración humana.

Abrí los ojos como platos.

—¡¿Qué diablos?! —chillé, enderezándome de repente.

Connor, a causa de mi grito que probablemente llegó a China, abrió los ojos también y se irguió tan pronto como pudo; observando con detenimiento e incredulidad dónde era que se encontraba.

—Yo no... Mierda —masculló en respuesta.

—¡Dijiste que te irías antes de que amaneciera! —le grité en un susurro.

—¡Lo sé! ¡También creí eso! Creo que el tiempo se me pasó.

Me pasé una mano por la cara. Y luego reaccioné:

—Tú deberías estar allá abajo —señalé con el dedo al bollo de mantas que estaban amontonadas en el suelo, junto a mi cama. Y, a medida que lo consideraba mejor, el pánico me entraba—. ¿Qué diablos hacías en mi cama?

—Yo...

—Connor, dijiste que nosotros no... ¡Confié en ti! —estallé con un grito peor que el anterior, puesto que seguro todos los que estaban en casa sabían que no estaba sola. Mierda.

—No nos acostamos, lo juro —alzó sus manos mientras murmuraba.

—¡Vete!

—Pero yo...

—¡Que te largues! —y la arrojé una almohada.

Él la esquivó.

—Está bien, está bien, me voy.

—¡Ahora!

—Bien, bien. Pero hoy tendremos la tutela que no tuvimos ayer.

Me puse de pie de la cama y fui empujándolo hasta la ventana.

Y luego tocaron a la puerta:

—¿Allie? ¿Estás bien? —Zack.

Puse los ojos en blanco y lo empujé más fuerte y rápido. Connor no ayudaba cuando trababa los pies en el suelo; pero logré que llegara hacia el vidrio.

Lo levanté de un tirón e hice que Connor se agachara a la altura.

—¿Volveré a verte? —bromeó, sonriendo.

—Ya vete, joder.

—¿Allison? —entonces volvió a pedir mi hermano.

Ante la adrenalina y el temor de que me descubrieran, empujé a Connor y él cayó hacia afuera. Cerré la ventana, me aproximé hacia la puerta y la abrí.

Zack arqueaba una ceja mientras me veía con ojos preocupados.

Luego miró sobre mí, dentro de la habitación, como esperando algo.

—¿Estabas con alguien? —inquirió, volviendo su mirada a la mía.

—No —mentí—. Sólo leía.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora