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Como lo supuse anteriormente, Warren traía su segunda ceja también de un azul turquesa en la cara cuando lo vi esta mañana en el colegio.

Arqueé una ceja ante la diversión del asunto mientras dejaba mi peso sobre la espalda, apoyada en la puerta de mi nuevo casillero.

—No digas nada. Suficiente he tenido con Jocelyn ayer cuando me fui a casa —murmuró amargo.

—¿Tan a mal se tomó la divergencia de tus cejas? —reí.

—Se ha puesto como una cabra, una cabra rubia y de cuarenta años. Sin embargo, cuando le dije que la tintura era permanente... Sabes, ahora creo que no eres la única que quiere castrarme por la noche para darme una lección.

Reí mientras me echaba mi pelo —de nuevo color—, hacia arriba en una alta coleta.

—Más vale que no me quite ese puesto. Puede hacer cualquier cosa contigo, pero castrarte es mi trabajo.

—¿Eso es lo que te importa más? ¿En serio, Allison? ¡Casi me arroja el café encima esta mañana de tan enfadada que estaba! Y es tu culpa.

—No, no lo es —me crucé de brazos—. Tú tiraste la tintura por accidente.

—Bueno, pues tú la dejaste allí. Sigue siendo culpa tuya en todo caso.

—Y, si fuera así, ¿qué puedo hacer ahora que tus dos cejas están del mismo color que mi cabello? —Sonreí— Ya es un poquito tarde, ¿no crees?

—A veces eres demasiado irritante.

—¿Y ahora qué hice? —reí, negando con la cabeza mientras comenzábamos a caminar por los pasillos.

Observé de soslayo cómo las personas se volteaban a ver a mi amigo por la simple curiosidad de saber qué diablos traía en las cejas. Sip, ahora era la nueva sensación del año, qué dicha. Ojalá por este percance se olvidaran de mi estado social en esta institución; ya estaba un poco harta de que me llamaran desafortunada Donnovan cada vez que me veían, fueran amigos míos o no.

Hasta que oí el chillido femenino de disgusto de alguien.

Me volteé ante la persona y elevé una ceja.

Vamos, joder, ¿en serio? ¿Otra vez tenía que interactuar de alguna manera con la estúpida de Steph?

—¿Qué diablos te has hecho en las cejas? —masculló con su falso acento francés.

—¿Y eso a ti qué diablos te importa? —contesté yo por Warren.

—No hablaba contigo.

—Ni Warren contigo, así que sigue tu camino, Sonia.

—Sienna —corrigió con enfado.

—Menos no podría importarme —me encogí de hombros, tomando la mano de Warren para sacarnos a ambos de allí.

Sin embargo, Sandy quería pelea.

Se interpuso en nuestro camino, bloqueando cualquier tipo de escape que podamos encontrar.

—Mueve tu trasero de ahí ya, Wetherby —musité con severidad.

—Oblígame.

—Anda ya, Sienna —interfirió Warren. Sabía lo que lo terminaría haciendo de alguna forma, yo no me encontraba con la cordura suficiente como para mantener una conversación civilizada con ella ahora mismo—. No seas así, déjanos pasar. Estás siendo ridícula.

—La única que es ridícula aquí es ella —y me señaló—, ¿cómo puedes malgastar tiempo tuyo estando con semejante persona?

—También me lo pregunto, ¿sabes? Porque sí, es una increíble persona. Nadie se le puede comparar. Y tú estás comportándote como una perra sólo porque estás celosa, lo sé. Desde que te he dejado así en tu casa has estado molestándola, y no me gusta eso. ¿Y sabes qué, además? Tú jamás podrás llegarle a los talones a Allison. Con permiso.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora