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Nunca podré averiguar en qué momento del día caí dormida en mi propia cama. ¿Los juegos de niños online eran tan aburridos? Vaya.

Parpadeé varias veces para estabilizar mi campo visual. No fue hasta que pegué un chillido que me percaté de una persona oculta en una esquina de la habitación, encorvada hacia delante, mirándome tan fijamente que me sentía desnuda.

Aguarden un minuto...

Automáticamente por instinto bajé la mirada hacia mi cuerpo. Solté un suspiro de alivio; seguía trayendo ropa.

—¿Es en serio, Allison? Ya te he visto desnuda —comentó la voz masculina.

—Sí, en el álbum de fotos familiar... cuando era una inocente y rechoncha bebé —rodé los ojos, olvidando por un minuto la realidad que nos consumía a ambos—. ¿Qué haces aquí? Sabes que odio que estés aquí.

—No, no es cierto —negó Warren con la cabeza, acercándose a mi cama—. Vine a disculparme.

—¿Mason te dejó entrar a mi habitación sabiendo que estoy indefensa y dormida?

—Digamos que me colé por tu ventana —su tono de voz fue neutral, como si eso fuera la cosa más natural del mundo entero—, no importa de todos modos.

—Warren, estoy a cinco segundos de gritar que estás aquí si no te vas por donde viniste.

Era verdad; podía hacerlo, era capaz.

—Como si importara. Allie, vamos, no eres idiota: ¿de verdad piensas que alguien reaccionará por mi presencia aquí? ¡Prácticamente este es mi segundo hogar desde niños! Ya a nadie le interesa lo que hacemos juntos.

—Pues a mí me está comenzando a importar y fastidiar. No me gusta que haya personas de tu sexo en mi cuarto.

—No lo dices en serio —él frunció el ceño.

—Créeme; lo hago.

—Sólo estás cabreada conmigo.

—¡Con más razón pretendo que te vayas!

—No, Allie. Cuando te fuiste de esa manera hoy, creí que sólo era una broma de tu parte. Pero luego Ethan me envió un texto diciendo que llorabas.

—No lloraba —Ese maldito hijo de... su mami, ya me vengaría. Maldito traidor.

—Como sea. No podía creerlo, así que vine hasta aquí y dormías. Me quedé esperando hace un par de horas; sigues babeando la almohada como cuando eras niña.

—No babeo —contradije por enojo.

—Eh, no creo que la almohada esté de acuerdo con esa opinión.

—¿Qué hora es? —murmuré más para mí misma.

Desvié la atención al endemoniado despertador sobre la mesita de luz junto a mi cama, y noté que apenas eran las once de la noche.

Apenas.

—Warren, son las malditas once de la noche, deberías estar en casa.

—Le dije a mamá que pasaría la noche aquí —se encogió de hombros.

—Una información incorrecta —señalé.

—Tienes el sueño pesado; siempre te pasa cuando estás muy, muy enojada. Una razón más para disculparme contigo sobre mi pésima decisión; de todos modos Roxie se rehusó.

—¡Yo no quiero que...! Aguarda —una sonrisa comenzó a aparecerse por mi rostro medio dormido—, ¿te dejó con las ganas?

Warren hizo crujir su cuello, sin responder a la pregunta bastante obvia. Las carcajadas de una foca retrasada empezaron a brotar de mí.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora