Un viernes lleno de cosas prometedoras por hacer había llegado. Me levanté de la cama, metí los pies dentro de mis pantuflas de conejos rosados, y fui hasta el baño mientras bostezaba y me rascaba la nuca. Encendí la llave de la ducha y tuve que poner toda la voluntad en quitarme los shorts y la camiseta que había usado de pijama la noche anterior. Estaba cansada y quería seguir durmiendo; pero como siempre los deberes se interponen en mi camino. Malditos deberes, seguro fueron creados por el mismo presidente Snow.
No tardé demasiado en la ducha. Hoy necesitaría hacer las cosas rápido: ir al instituto —algo contra mi voluntad—, ir a la sesión con Connor —también contra mi voluntad—, y luego ir con mi madre. Lo que me recordaba que debía decirle a Cooper que llevara mi muda de ropa lo antes posible. Lo que me hacía recordar que entonces tendría que preparar la maleta; lo que aún no hice.
Maldición.
Salí del baño con mi cuerpo envuelto en una toalla, descalza, y caminé de prisa hasta mi cuarto otra vez. Mi cabello caía húmedo por la espalda; pero no tenía tiempo de usar la secadora. Esto me pasaba por no hacer las cosas antes.
Abrí el armario y, antes de sacar mi ropa interior, tomé mi bolso que utilizaba generalmente para ir a dormir a casas ajenas. Lo arrastré fuera del ropero y lo dejé frente a mi cama. Tiré de la cremallera y entonces...
Chillé horrorizada.
Salté a la cama como si de algún modo pudiera protegerme de la araña... No, tarántula gigante, que estaba caminando dentro del bolsón.
—¿Qué pasa, Allie? —preguntó mi hermano, no sé cuál, detrás de la puerta.
—¡Ayúdame!
Él entró a la habitación luego de oír mi orden. Luego vi a Zack en el umbral.
—¡Es enorme, mátala!
—¿Qué cosa?
—¡A Aragog, genio! ¡La tarántula!
—¿Tarántula...? ¿Quieres bajarte de ahí? Yo no veo nada.
—¡En el bolso, Zack, en el bolso!
—No grites, papá duerme.
—Seguro que sí, ¿con quién ahora?
El cambio de tema tan drástico hizo olvidarme de aquel feo bicho que quería comerme.
Por Dios, parezco una niña de dos años.
—Oh, Allie, eres tan exagerada. Apenas es una arañita...
—Mátala.
—Pero mira que cosita más adorable...
—¡Deja de hacer eso, es una asesina!
—Tú eres la asesina, creo que la conservaré de mascota —sonrió el muy puto.
—Llegas a hacer eso y te castro.
—Ambos sabemos que jamás cumples esa promesa, no puedo tomarte en serio.
—Te castraré, Zack Donnovan, así que mata a la araña.
—¿No sabes lo que sentirá su familia cuando vean su cadáver en la suela de mi zapato...? —levantó la vista.
—¡No me mires, se escapará, todo el mundo saben que son más rápidas que la luz!
Se hizo el silencio. Mierda, eso no era bueno.
—Demasiado tarde, creo que fue a buscar refuerzos —murmuró, rebuscando dentro de mi bolso.
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Yo no fui
Teen FictionAllison Donnovan es conocida por causar problemas desde que es pequeña. Teniendo cinco años hizo explotar el microondas de su cocina. A los ocho años, incendió el baño de su casa. A la edad de diez, hizo que toda su ropa cayera por el desagüe de su...