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ALLISON


Luego de la densa sesión de fotos que mi madre había insistido en hacernos a Connor y a mí por toda la casa, y después de que había dicho que estábamos llegando tarde, nos dejó ir y subí al auto de Jayden.

En todo el camino a la escuela Connor sostuvo la mano que no tenía en el volante con la mía. Eso me dio una sensación de seguridad, y confianza en que esto quizá —y sólo quizá— podría terminar funcionando con algo de normalidad; lo que era patético porque yo ya no era normal, así que...

Él aparcó el vehículo en el estacionamiento del colegio. Lo primero que hizo cuando retiró la llave del contacto fue mirarme.

—¿Te dije que estás muy sexy esta noche?

—No con esas palabras, pero sí.

—Oye, ¿qué esperabas? Tu madre estaba presente en todo momento, no podía dejar de ser decente en ningún segundo —rio.

—Tampoco me has besado —pensé en voz alta mientras miraba el parabrisas—, desde que salimos de la cocina.

Oí el chasquido de su cinturón saliendo de lugar.

Y después sentí cómo su mano tocaba mi mentón para girarme en su dirección.

Juntó sus labios con los míos de manera suave, sutil y cariñosa. Era un beso perfecto; sin dobles intenciones. En ese contacto sólo había... amor. Ni siquiera intentó bajarme un poco el vestido.

Nada de nada.

Era, al cien por ciento, inocente.

—Muy bien, deseo concedido —sonrió, retirándose—. Ahora, ¿vamos?

—Es tarde para echarse atrás, ¿cierto? —me mordí el labio inferior— Bien. Vamos.

Al bajar del coche, me tendió su brazo. Extrañada lo tomé, pero sinceramente esto ya estaba empezando a agradarme un poco.

Él le dio las entradas al chico de la puerta y nos hizo pasar sin hacer ningún comentario. Caminamos por el largo pasillo que guiaba hacia el gimnasio y entramos por las grandes puertas.

Vaya. El comité —y la profesora Bennett— sí se habían esmerado en esto. Parecía un auténtico salón.

Los colores celeste, azul y blanco abundaban el lugar por cualquier lado que miraran. Bueno, no debería extrañarme, era el baile de invierno. Era evidente que utilizarían colores fríos.

Había globos colgando en las columnas, telas enormes colgando del techo, hasta se consiguieron una bola de discoteca. El DJ —un chico de último curso— ya se encontraba pasando mezclas de las cuales algunas se ganarían mis burlas. Los profesores estaban en una esquina, platicando.

Y los estudiantes ya comenzaban a bailar y a encontrar sitios en donde besuquearse a esta hora.

No sé por qué no me sorprendía.

—¿Te sigues arrepintiendo? —preguntó Connor en mi oído.

—Hasta ahora no hay ningún motivo por el cual quisiera volver a casa. Esto es increíble.

—Te lo dije. Vamos a beber algo.

—¿Zumo de naranja? —arqueé una ceja, bromeando.

—Pues es lo que hay.

—Te tomo la palabra —confirmé, sonriendo.

Lo seguí hasta la improvisada barra. Pidió las bebidas y me hizo sentar en el taburete a su lado. Luego, buscó mi mano con la suya.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora