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ALLISON


  —Quédate aquí —instruí a Connor—, mientras vamos por la comida. La traeremos aquí, y tú no tienes que provocar ningún sonido; ¿comprendido?

—Sí, All —resopló—. Pero date prisa.

No quise preguntar por qué quería que lo hiciera.

Salí de la habitación y bajé las escaleras de a dos peldaños, confiando en la poca estabilidad que tenía para no caer de bruces y rodar por los escalones hasta el suelo, con Warren detrás de mí.

Rápidamente llegué hasta la cocina y abrí la nevera.

Como mi suerte no era tanta, Ethan y Zack entraron en la escena.

—¿Qué haces? —preguntaron los simios.

—Busco comida. La llevaremos a la habitación —decidí ser honesta, pero omitiendo el detalle pequeño del invitado sorpresa.

—Pueden comer aquí, no entiendo por qué... —comenzó Zack.

—No te entrometas. No tienes por qué entenderlo, es nuestra pijamada —respondí, con mi cabeza dentro del refrigerador—. Sólo queremos comer en mi cuarto y ya.

—Oye, cálmate —dijo Ethan—. Sólo teníamos curiosidad de hermanos mayores.

—Sí, cómo sea.

Cerré de una patada la puerta de la nevera mientras que, con mis brazos delgaduchos, sostenía cinco latas de Coca-Cola.

Las puse sobre el mostrador, y rebusqué las papitas que sabía que teníamos guardadas en una de las repisas, junto a las galletas de chocolate.

—Ayúdame Warren —exigí a mi mejor amigo, puesto que con mi maldita estatura de hobbit me era imposible llegar hasta el estante.

No obstante, no escuché ninguna respuesta por su parte. Ni siquiera oí sus pasos acercándose.

Giré mi cabeza y noté que estaba sola en la cocina. Bueno, mis dos hermanos estaban conmigo, pero ellos la verdad no eran importantes ahora mismo... Ni nunca, básicamente.

Ethan arqueó una ceja hacia mí, divertido.

—¿Hablas sola, Allie? —se mofó él.

—No seas idiota, ¿a dónde fue?

Se encogió de hombros.

—Lo vi dirigirse a la sala, pero ya no sé si está ahí. Estaba demasiado distraído con las galletas de chocolate que están en la repisa pidiendo a gritos por mí.

—¿Zack? —le pregunté al otro, que estaba junto a él.

Se encogió de hombros como lo hizo Ethan primero.

Joder, ¿en serio? ¿Nadie había notado que abandonaba la cocina? Qué par de estúpidos.

—Eh, tú fuiste la que lo perdió de vista en un comienzo —me acusó Ethan.

Bien, no era la primera vez que decía algún insulto en voz alta; eso me había costado un castigo de una semana.

O varios, en realidad.

Medio bufé, medio gruñí en voz alta, y caminé hasta la sala de estar. Warren, para mi alivio, estaba sentado en el sofá como si nada.

—¿No pretendes ayudarme? —inquirí, bromeando a medias.

—Creo que puedes hacerlo solita, ¿no crees?

Fruncí el ceño. ¿Desde cuándo habíamos empezado a comunicarnos de esta forma? ¿De qué me perdí?

—¿Te entró champú en los ojos para que estés así de malhumorado? —me arrojé en el sillón, olvidando por un momento qué era lo que estaba haciendo antes.

—No.

—Bien, ¿entonces por qué es que estás enfadado con el mundo esta vez?

—No con el mundo. Con Adams.

Chasqueé la lengua al entenderlo.

—¿Qué pasó? —curioseé.

—Es un idiota.

—Qué noticia —rodé los ojos—. ¿Puedes explicarlo mejor?

—No merece ir al baile contigo.

Me enderecé. No sabía que lo sabía. ¿Por qué, de todas maneras, lo sabía?

—Yo...

—Dijiste que lo pensarías, y esa es la cuestión. Allie, ¡ni siquiera tienes que hacerlo! La respuesta es bastante clara desde el principio, ¿no? —interrumpió, mirándome a los ojos— Además, él no puede hacerte cambiar de opinión. Tú ya decidiste no ir, ¿por qué ahora quiere cambiarte el parecer? ¿Qué pretende hacer contigo y por qué mierda lo dejas?

—¿Qué diablos te sucede para que pienses así? No estoy dándole permiso de nada a Connor, Warren. Dije que lo pensaría porque por un momento creí que podría llegar a ser divertido. No obstante, tienes razón: decidí no ir y acataré a esa decisión. Se lo diré mañana.

Warren se rio.

¿Por qué se reía así?

—¿Qué es lo gracioso?

—Ni yo me creo esas palabras, Allison. ¿No lo ves? Él volverá a manipularte para que accedas; todo lo que hace o dice contigo lo hace sólo para tenerte debajo de él en su cama. Conozco su tipo, y conozco los hábitos de Connor Adams en general. Él nunca quiere algo serio. Él nunca pretenderá ser algo más contigo porque lo único que él quiere es acostarse contigo. No se cansará de intentar acercarse a ti con palabras y gestos bonitos, hasta que tú accedas a él. Si piensas que no es cierto, es porque ya te cegó.

—¿Por qué piensas que quiere acostarse conmigo? —Mis cejas se juntaron— ¡No soy el tipo de nadie, Warren! ¡También me conoces a mí, maldita sea! ¿Quién querría tener algo conmigo de todos modos? ¿Quién, conociéndome?

—Hay personas, Allie —suspiró, pasándose las manos por la cara—. Las hay, y Connor es una de ellas.

—¿Por qué piensas así? Quizá... Quizá él sí es sincero en esto.

—Deja de leer tantos libros. Esto no es una puta novela, lo sabes. No hay un lugar donde Connor Adams pueda ser lo que tú crees que es, o lo que tú piensas que siente.

—Tal vez lo estás subestimando mucho, ¿no crees? —elevé una ceja.

—¿Ahora discutiremos por él?

—No, ¡sólo expreso mis opiniones libremente desde mi punto de vista! ¿Qué, ahora me dirás que no puedo hacerlo acaso?

Warren Harries bufó, derrotado.

—Mira —susurré—. Si de verdad piensas que Connor está mintiendo, que todo lo que está haciendo es para llegar a mí de una manera sexual, me lo demostrará con acciones. Y acciones reales. No soy tan estúpida como para no entender las segundas intenciones, Warren. Sé hasta dónde llegar, tengo mis propios límites. Tranquilízate, ¿sí? Soy lo bastante mayor como para saber qué quiero y qué no.

—Ahora no dices eso sobre Matthew —se rio.

—¡¿Cómo fue que pasamos de él a Matthew?! —chillé, aunque sabía que él sólo lo hacía para fastidiarme— ¡Son cosas totalmente opuestas, deja de recordármelo!

Se rio conmigo.

Y entonces escuché una discusión en el piso superior. Una discusión con dos voces que conocía a la perfección: la de Cooper y la de Connor.

Mierda de las mierdas. 

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora