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Tuve que mirarme al espejo varias veces porque no podía reconocerme a mí misma. ¿Había estado a punto de besar a Connor? ¿Quién era yo? Nunca en toda mi existencia ni en mi sano juicio podría haber hecho tal cosa, ni siquiera en otra vida, mientras conociera su actitud y su modo de pensar las cosas. Sinceramente, fue un error muy grave el que casi cometo. No podría perdonármelo jamás. ¿Cómo es que pude casi compartir saliva con él? ¡Simplemente es increíble!

Arrojé agua fría a mi rostro para que el color de mis mejillas se disipara, y de paso despabilarme. No podía volver a perder mi sentido común así otra vez.

Estaba mal y tampoco era algo que deseara. Mucho menos con el mismo Connor Adams.

Cepillé mi cabello desde la raíz, esperando tener un aspecto normal y no como si hubiera estado a punto de devorarme a mi atractivo tutor en el baño de la casa de mi madre.

¿Atractivo? Ugh, no, las hormonas todavía están bajo el efecto de estupidez.

Dejé el cepillo de pelo a un lado, tirándolo con desdén, y cogí una liga para el cabello. Le di vueltas a este en ella y eché la coleta a la parte superior de mi cabeza. Corrí los mechones que caían sobre el resto de mi rostro y sonreí. Ya estaba casi lista.

Salí del baño y me centré en parecer desinteresada a la vez que iba hacia la sala de estar. Connor se encontraba sentado en la mesa del comedor, jugando otra vez con su teléfono, sin prestarle la más mínima atención a los libros que yacían sobre la madera.

—¿No has visto a mi mamá? —le pregunté con voz inocente.

—En la cocina.

Asentí sin agradecerle con palabras y me dirigí hacia mi destino. Trisha estaba de espaldas a mí, cocinando algo, con su típico delantal rojo a cuadros.

Nunca me gustó ese delantal; parecía una manta de picnic.

—Hola ma —le dije con una sonrisa.

—Hola cariño —contestó—, creí que estabas dormida.

—Desperté hace rato.

Traté de que no se notara la evidencia de mi voz; pero Trisha no era estúpida.

—Ya veo —murmuró—. ¿Has estudiado algo con Connor?

—No todavía.

—Tengo entendido que te despertaste hace un rato, si te conozco lo suficiente. ¿Qué han hecho tú y él si no han trabajado?

Qué pregunta tan sutil, Trisha.

—Nada, mami —mentí mientras tomaba una manzana del frutero y le daba un mordisco.

—Me estás mintiendo. Allison Marguerite Donnovan, si tú...

—¡No! ¡Te juro que no hicimos nada! ¡Y no me llames así!

—Me lo dirás más tarde, mañana tal vez. Tengo que terminar el pedido de la pastelería. Ve a estudiar; sólo a estudiar, ¿entendido?

—Es lo único que haré. Lo prometo.

Di media vuelta y volví hacia la sala de estar. Connor me esperaba sentado en la silla. Ahora había abandonado su celular.

Con un suspiro-bufido me dejé caer en el asiento junto a él.

—¿Qué toca hoy? —inquirí.

—Fotosíntesis.

Fruncí el ceño mientras tomaba los libros de Biología.

—De acuerdo —hubo vacilación en mi voz—, ¿por qué te comportas así?

—¿Así cómo?

—Vamos, Connor. Sabes cómo.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora