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ALLISON


—¡Maldita sea! —Maldije en voz alta— ¿Cómo es que tengo tanta mala suerte?

—No entiendo cómo es que estaba allí —opinó Warren, afirmándolo.

Bebí un poco más de mi café.

¿Cómo es que terminé en el mismo lugar que Connor, después de todo lo que intenté evitarlo desde ayer?

Y si había visto bien, había tenido otra erección. ¿Por qué? No sé. Y no creo que tenga ganas de averiguarlo de todas formas.

No obstante la curiosidad no tardó en llegarme: ¿por qué estaba allí, con qué motivo y con quién? Si uno los puntos, puede que tenga que ver con la fiesta de Dowell hoy en la noche.

—Ya deja de fastidiarte a ti misma, Allie —rió Warren—. Ya hemos salido de allí, ya has comprado tu vestido y ahora podemos irnos a casa.

—Necesito zapatos.

—Bromeas —puso los ojos.

—No, en serio. Tal vez algunas sandalias negras o...

En ese preciso instante, vi por la ventana a la figura de Connor salir de la tienda. Y junto a él, oh sorpresa, estaba Lexie Dowell; y cabe mencionar que ambos estaban del mismo modo después de que alguien corriera una maratón.

—Cambié de opinión, llévame a casa. Ya.

—Pero tu café...

—No objetes si valoras tu futura paternidad.

—Okey, mejor nos vamos —confirmó de prisa.

Recogimos las bolsas y salimos de la cafetería. Yo parecía ridícula caminando, más bien trotando, a unos metros más adelante que Warren por mi incomodidad. No quería ver a Connor a los ojos luego de que me hubiera visto con tan poca ropa.

Bueno, a decir verdad eso era una excusa estúpida porque si él iba a la fiesta de Roxie, lo que probablemente haría, me vería de ese modo; e incluso mucho más arreglada. Pero por un motivo equis, me sentía... incómodamente humillada. Algo que no ocurría a menudo.

Al entrar al aparcamiento donde Warren había estacionado el coche de su madre, corrí hasta la puerta del copiloto lo más pronto que me fue humanamente posible. No iba a perder mi tiempo.

—Pareces patética, ¿sabes? —comentó él cuando se subió al lado del conductor.

—Cállate y conduce.

Sentía que el corazón iba a salirse de mi pecho, pero me tuve que obligar a pensar que lo peor ya había ocurrido. Ahora iría a mi casa, comería helado hasta que llegara la hora de comenzar a prepararme y reflexionaría sobre la vida acurrucada en el sillón de la sala de estar mientras leo.

Tendría tiempo para sentirme incómoda otra vez más tarde, en la absurda fiesta de Roxie Dowell a la que en un principio ya no quería ir.



—Te ves estupenda.

Hice una mueca para mi madre. No estaba demasiado conforme con la elección de los zapatos, pero no me quedaba otra alternativa.

—¿Tú crees? ¿No piensas que es un poco...?

—¿Llamativo? Hija, te ves fantástica. No sabes cuánto desearía tener tu edad para poder ponerme ese tipo de ropa —rió—. De todos modos, ¿por qué dudas tanto? Nunca fuiste insegura.

—No lo soy, es simplemente que...

Que Connor estará en esa fiesta, y lo veré luego de mi humillante momento en la tienda de vestidos.

—Tengo un presentimiento —mentí—, creo que me doblaré el pie.

—Bah, tonterías; te ves impresionante y hermosa.

—La belleza no me asegura que al final de la noche no estaré en el hospital con un esguince de tobillo —me crucé de brazos—. Será tu culpa por prestarme estas sandalias. ¿Cuánto miden, veinte centímetros?

—Diez —corrigió—, ya te acostumbrarás.

—Cómo digas.

En ese instante, el claxon del coche de la mamá de Warren sonó desde la calle.

—Ya llegó tu pareja.

—¿Otra vez? Creí que habías dejado de insistir en ello cuando cumplí trece. Entre Warren Harries y yo no pasa nada, nunca pasó y es muy improbable que pase algo. Somos mejores amigos; ¡es como si saliera con Zack, lo que sería completamente perturbador de hecho, ahora que lo pienso!

Trisha rió.

—Diviértete, pero no tanto —advirtió—. No aceptes bebidas de extraños.

—No, mamá.

—No sigas a ningún extraño.

—No, mamá —repetí.

—Cuídate con los límites.

—Sí, mamá.

—Ahora ve —sonrió—. Dile a Warren que te traiga al amanecer, te estaré esperando.

—No tienes que quedarte despierta hasta entonces, por favor —negué con la cabeza, mientras tomaba mi bolsa de mano.

—¡Oh, cómo crees! No haré eso —rió—. Pondré la alarma a las seis.

—Okey.

—Adiós Allie.

—Adiós, mamá.

Trisha me acompañó hasta la puerta, besó mi frente y me dejó en la calle.

La camioneta de Jocelyn estaba estacionada frente a la casa, esperando por mí. Me armé de valor e, irguiéndome, caminé sobre los zapatos de tacón de mi madre hasta el asiento del pasajero.

Warren salió de su asiento para ayudarme.

—Estás bonita, Allison —halagó.

—Gracias —sonreí—, ¿nos vamos?

—Vamos.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora