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Con mis manos hechas puños, hice lo que Connor me había ordenado. Maldito idiota chantajista, definitivamente a él también lo castraría de ser posible.

Iba caminando hasta la biblioteca en silencio, sosteniendo los pantalones de hombre a mi cuerpo para que no se deslizaran hacia abajo con cada movimiento que hacía.

Cuando finalmente llegué a mi destino, busqué con la mirada al bastardo que tenía como tutor. Lo vi frente a un estante lleno de libros de Biología, Ciencias, Física y Química, entre otras cosas que no deseaba entender ni una palabra.

Caminé pisándome los bordes del endemoniado pantalón hasta él y cuando llegué, me agaché para doblarlos hacia arriba cuanto pudiera.

—Hey, tranquiliza tus hormonas. Aquí no, pequeña traviesa. Tendremos tiempo de eso mañana en mi casa —acotó el chico, pero sin mirarme.

Tardé sólo unos tres segundos en comprenderlo. Lo único que no sabía era si estaba bromeando o no.

Por lo que sólo le dirigí una mirada fulminante cargada de cólera e impaciencia, de esas que hieren a cualquiera como el filo de una cuchilla.

—Sólo busca los malditos libros —le dije con voz fría.

—Ayúdame si no quieres que...

—Sí, lo sé —interrumpí yo, deseosa de no escuchar más su voz. De veras no me agradaba estar con Connor—. Sólo dime qué tenemos que buscar.

—Todo lo que se te ocurra de Biología.

—Para ello nos llevamos la biblioteca entera.

—No, no puedo superar el límite de diez libros por semana —negó él—. Sólo busca, y cuando lo encuentres, llévalo a la mesa de allá. Entonces seleccionaremos.

Me sorprendía lo organizado pero mandón que era Connor. Sin decir nada, acaté a sus órdenes. Caminé a la parte trasera de la biblioteca en donde el chico se encontraba y comencé a revisar.

—¿No podemos sencillamente ver qué tipo de investigaciones tenemos que hacer y luego encontrar los libros indicados para ella? —le pregunté mientras leía los títulos.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque puede que haya más información en un libro del cual no teníamos idea. Prefiero arriesgarme a perder tiempo a que tener una información incompleta.

—De todos modos es mi investigación —contesté yo desde el otro lado, con tono de tener la razón.

—Y yo tu tutor, así que sigue buscando y no hables.

—Mandón —murmuré.

Connor decidió no responder a mi insulto infantil. Sin embargo, no dejé que el enfado me absorbiera. Connor tenía razón —pretendan que jamás dije eso—, tenía que hacer esto o no pasaría de año. Así que me concentré en encontrar los libros requeridos, aunque ni siquiera supiera qué estaba buscando específicamente.

Notaba que el muchacho quitaba varios libros desde el otro lado, a veces chasqueaba su lengua al no obtener lo que necesitaba o exclamaba una aprobación cuando encontraba lo que serviría.

Y aquí estaba yo, sin saber qué hacer. Comencé a leer con desgana los títulos de los ejemplares, y sólo posé mi mirada en uno cuando leí "Biología". Lo tomé sin pensarlo, orgullosa de mí misma, y caminé hasta la mesa. Connor ya se encontraba en ella, con quince libros —literalmente— en la mesa.

—Felicidades, ¿qué encontraste? —preguntó en tono burlón.

Le tendí el libro con aire de superioridad y él enarcó una ceja. Luego bajó la mirada al libro y sonrió.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora