Trisha deshizo el abrazo.
—Tengo algo para ti —me dijo mi madre, cuando me hizo pasar a la sala—. Y supongo que te agradará saber qué es.
—Adelante, muéstrame.
Ella sonrió, y me encaminó hacia la cocina. Sobre el mostrador se encontraba un enorme pastel, casi de cumpleaños, de chocolate. Absolutamente todo lo que mirase de ese pastel era puro chocolate negro.
—Mami —mi voz sonó insegura—, ¿acaso me quieres engordar para que explote, o para comerme después?
Trisha rio.
—Simplemente quise hacerte un obsequio.
—¿Por qué?
—¿Tiene que haber una razón? —arqueó una ceja.
—Ya, mamá. ¿Por qué ese pastel? Si no es para mí, lo que en realidad creo, ¿por qué?
Trisha suspiró seriamente.
—Hay algo que quiero contarte, corazón.
—Pues dime —animé.
—Requerirá de mucho tiempo de conversación.
—¿Y...?
—¿Puedes por favor sólo ir a tu cuarto?
¿Qué?
—Estás actuando muy extraño —acusé.
—Sólo ve tu cuarto.
—Mamá...
—¡Sólo ve, Allison Marguerite!
—¡Okey, okey, ya voy! Sólo no me llames por mi segundo nombre.
Me di media vuelta para dirigirme a mi habitación. ¿Por qué estaba comportándose así? ¿Qué la tenía tan... estresada? No, esa no es la palabra... Quizá, ¿ansiosa? Puede ser.
Mientras caminaba arrastrando los pies, me preguntaba qué era lo que Trisha quería platicar conmigo. Algo le estaba ocurriendo, y algo relativamente serio.
Tomé la perilla de mi cuarto y me adentré en este. Reinaba la penumbra y el silencio, algo sumamente tenebroso.
Encendí la luz y...
—¡¿QUÉ DIABLOS?!
—Tendrías que estar acostumbrada a verme en tu cuarto ya —se mofó.
—¡Salte! —le rugí a Connor en un susurro.
—No hace falta que susurres —susurró él—, Trishie sabe que estoy aquí.
—¡No la llames así! —Protesté— ¡Y deja de seguirme, Connor!
—No te estoy siguiendo —negó con la cabeza, mientras estaba recostado sobre mi cama de la niñez.
—¿Entonces qué carajos haces aquí?
—Tu mamá me invitó.
Ante la mención de esta mujer, ella se apareció como si la hubiesen invocado, en el umbral de la puerta; detrás de mí.
—¿Tú lo invitaste? —puse los ojos. Ella asintió— ¿Por qué?
—Se nota que quieren estar juntos.
—¿Qué? —la pregunta inocente salió en un hilo de voz.
—Eso mismo. Los he visto la última vez que han estado aquí, y creí que quizá debía motivarlos a... Ya saben, a pasar juntos más tiempo.
—Tú eres la única persona, literalmente, que podría hacer algo así —mascullé. ¡Estuvimos juntos toda la tarde! ¿Qué más deseaba esta mujer?
—En todo caso, All —acotó Connor, desde su lugar—, yo le estoy agradecido a tu madre. Pienso que tú también, después de todo.
Me enderecé. Sabía lo que él quería decir con esa frase, pero no mi apreciada madre.
—¿No pensaste en cómo me afectaría esto a mí? —le dije a Trisha.
—Sí, exactamente por eso lo hice —sonrió orgullosa—. Oh vamos, Allie, no te vayas a enfadar conmigo por hacer lo que creí que era correcto para mi única hija. Lo hice porque te quiero.
—Yo no te junto con tipos porque te quiero —me crucé de brazos—; no te organizo citas a ciegas.
—¿Crees que es una cita? —argumentó Connor.
—No tienes espacio en este debate —sentencié, antes de poder decir otra cosa—. Eres nulo.
—Se dice neutro, Allison —se burló Connor mientras reía.
—¡No me importa cómo se diga, no comentes! —Le chillé— Mamá, ¿puedo hablar contigo un minutito? Ven.
Tomé a Trisha del brazo y nos alejamos de Connor y mi habitación.
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Yo no fui
Teen FictionAllison Donnovan es conocida por causar problemas desde que es pequeña. Teniendo cinco años hizo explotar el microondas de su cocina. A los ocho años, incendió el baño de su casa. A la edad de diez, hizo que toda su ropa cayera por el desagüe de su...