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El último timbre del día llegó hasta mis oídos como si fuera música relajante. Y en algún sentido lo era; era momento de la libertad.

Recogí las cosas de una forma apresurada, sin detenerme por nada. El profesor seguro —y así era— me estaba mirando raro, pero la verdad es que no me interesaba ni en lo más mínimo.

La libertad de hoy estaba a unos metros de distancia.

—Señorita Donnovan, no se vaya todavía —llamó entonces Jefferson.

Me volteé como la niña exorcista, y me sorprendió no haberme quebrado el cuello para entonces. ¿Qué necesitaba este viejo de mí cuando estaba a punto de salir de esta prisión disfrazada de colegio?

—Me he enterado, por el profesor Morris, que tiene un tutor en Biología —añadió mientras se acercaba a mí.

Ya el aula estaba casi vacía. Mierda Jefferson, apúrese.

—Sí, y estoy llegando tarde a la clase. Es después de la escuela —excusé. ¡Quiero irme, viejo arrugado!

—¿Qué dijo? —sus ojos se pusieron en blanco.

—¿Qué? —repetí ahora desconcertada.

—Me acaba de insultar. Repítalo.

—No, no lo hice.

No lo había dicho, ¿cierto?

Esperen... Mierda, ¿lo había dicho en voz alta? No jodas.

—Puedo tener problemas de salud, pero no soy sordo. Castigo por una semana.

¡¿QUÉ?!

—Henderson ya me puso detención —traté de excusarme.

—Pues entonces la semana próxima a la de Henderson.

¿Dos semanas de castigo? ¿Continuas? Puta madre. Puta escuela. Puto Jefferson. Puta vida. Puto todo. Puto Connor.

¿Por qué estaba insultando a Connor?

Meh, puto Connor.

—Decía, antes de que osara interrumpirme con un insulto muy inapropiado de su parte hacia un adulto que aún tiene la autoridad, que pienso que usted también requiere de ayuda extra en mis clases.

—Necesito ayuda extra en todas mis asignaturas —expliqué—, pero no pienso acceder a doce tutores diferentes. Disculpe el atrevimiento profesor Jefferson, pero tengo una vida fuera de la institución. No creo tener tiempo suficiente.

—Estoy muy seguro, señorita Donnovan, que encontrará una hora al día para aprobar mi materia. Estos jóvenes de hoy en día en su mayoría se la pasan haciendo cosas que carecen de importancia vital, de tal modo que creo que usted es muy capaz de hacer un espacio en su agenda de vida no tan interesante si me permite decir.

No señor, no se lo permito.

Y esta vez me aseguré de que mis pensamientos permanecieran dentro de mi cabeza.

—Por lo tanto —continuó—, hablaremos de su futuro tutor de Matemáticas la próxima clase. Tenga un buen día.

No viejo, tú ya lo has cagado.

Ajusté las correas de mi bolso en mi hombro y salí del salón. ¿Jefferson pretendía que yo cediera tan fácil? Y, ¿quién sería el tutor de la desafortunada Donnovan? No creía que hubiera una fila de voluntarios esperando por mí, en absoluto.

Una cosa es que Connor accediera porque quería los puntos extra en las clases y la otra que un profesor obligara a alguien más a trabajar conmigo a desgana. Connor tenía intenciones propias, los demás tutores no.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora