42

5.5K 444 10
                                    

ALLISON


Iba de camino a buscarme una botella de agua para cuando oí la voz de Connor fuera del establecimiento, platicando con Lexie.

Me detuve rápidamente, ocultándome detrás de la columna.

—Estar con All... bueno, hace todo diferente. Ella en sí es distinta. Especial, podría decir. Es divertida y simpática, y aunque tenga una nube negra sobre su cabeza que la viene siguiendo desde que nació, es una buena chica. Hace que todo lo que me rodea se torne completamente nuevo, incluso lo más obvio. Me gusta ese cambio, ¿qué puedo decir, Lex? No puedo evitar sonreír si estoy con ella.

—¿Allison? El profesor te está buscando, de nuevo —entonces oí la voz de otra chica, haciéndome exaltar y tropezando con mis pies.

Absurdos y traicioneros pies, los odio.

Vi que Connor se giraba sobre sí mismo. Y me miraba.

Me puse de pie lo más rápidamente que pude, me deshice de la tierra de mis pantalones y entonces, en un acto de valor, miré los ojos del chico en cuestión. Se hallaban totalmente sorprendidos, como si hubiera hecho algo malo.

Mierda, mejor me largaba de aquí antes de que ocurriera nada.

Así que así lo hice, dando media vuelta y volviendo hacia la cancha.

Fui hasta el entrenador, quien estaba leyendo una planilla.

—El partido de fútbol será en dos meses —me dijo—. Y si quiere ganar esos puntos extras de los cuales le hablé, señorita Donnovan, será mejor que asista al partido y a las prácticas previas. ¿Cuento con usted o no?

—Sí, entrenador —dije sin dudar.

Necesitaba esa calificación.

—Perfecto. Para la próxima clase llene y traiga esta planilla en forma completa y la inscribiré.

Asentí mientras tomaba el papel en silencio. Volví hacia los vestuarios a cambiarme estos pantalones —aunque fueran del todo cómodos—, y cuando estuve lista me miré al espejo. Aunque estuviera sudando como un cerdo, mi cabello estaba en perfectas condiciones allá arriba en la coleta.

Lo que me recordaba que debía pintarlo de un color diferente para mañana.

Me quité el pelo que caía en mi rostro, recogí mis cosas y al verificar que no había ningún Connor Adams en la costa, eché a correr a la siguiente clase del día.



Gruñí con desesperación desde mi cama.

—No lo entiendo —bufé.

—Sí, yo tampoco —Warren cerró el libro que tenía en su regazo—. Desaprobaremos Física.

—Y yo repetiré el año —me froté los ojos.

—¿Para qué necesitaré saber yo qué velocidad recorre un vehículo en una autopista considerando los demás factores? Cuando yo conduzco lo que menos pienso es en eso; no es justo.

—Lo sé —suspiré—. Me voy a teñir.

Seguido a las palabras, me puse de pie de la cama, dejando los apuntes y los libros de Física en mi cama. Warren hizo a un lado el libro que tenía en sus piernas y también se levantó.

Me siguió hasta el baño, y cuando quise cerrarle la puerta en la cara, la detuvo con su pie.

—¿Qué pretendes? —arqueé una ceja mientras me miraba en el espejo.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora