CONNOR


—¿Entonces...? —intuí, esperanzado.

—Entonces —suspiró—, creo que podríamos... no sé, ¿intentarlo?

—¿Puedo saber cómo fue que terminaste decidiendo esta opción? No es que me moleste, por dentro estoy saltando como un niño en Navidad al que le obsequiaron su propia pistola de agua, pero tengo curiosidad.

—Creo que la vida es demasiado corta para no vivir riesgos, hacer estupideces o cometer errores. También creo que es demasiado larga para una vida aburrida y sin drama constante. Ahí lo tienes.

—¿Quieres intentar tener una relación conmigo porque te gusta el drama? —arqueé una ceja.

—Básicamente.

—No me ofendo.

—No esperaba que lo hicieras —se encogió de hombros—. Y de cualquier forma, esta relación la hemos comenzado desde que me besaste en la rueda de la fortuna. No íbamos a poder evadirlo.

—O sea... ¿es oficial ya?

—Si quieres —volvió a encogerse de hombros.

Quería parecer segura, confiada y para nada nerviosa.

Pero encogerse de hombros ante sus últimas respuestas fue un tic involuntario que empezó a ser demostrado desde que me dijo que podía intentarlo.

Y la adoro por eso.

—¿Si quiero? ¿Es broma? —puse los ojos— ¡Te lo he estado diciendo por el último mes, a diario!

—En esos momentos tu voz era una molestia. Lo sigue siendo ahora, pero ha reducido la irritación en mis tímpanos. Te soporto sólo un poquis más.

—¿Poquis? —me reí— Bueno, al menos me conformo con ello.

Y me abalancé sobre sus labios, sin poder evitarlo.

Besarla ya se sentía familiar. El contacto de sus labios con mi boca, los movimientos rítmicos de estas ya se consideraba parte de mí. Era como una adicción; una droga, y estaba seguro de que cada vez necesitaría más y más de ella. Y eso me asustaba hasta cierto punto; no por mí, sino por ella.

Lo último que querría yo en este mundo era que Allison saliera herida, de cualquier forma posible. Y menos quería que yo fuera la causa.

Ella me atrajo más cerca llevando sus manos a mi nuca. Eso sólo sirvió para que terminara recostado sobre ella, disfrutando de la loca manía de probar el sabor de su boca, queriéndola como nunca había querido a otra chica antes. 

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora