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—Eh... ¿Qué están haciendo aquí? —Warren preguntó, un tanto apresurado y nervioso.

Me puse de pie del sofá, limpiándome el asqueroso sudor de mis palmas en los pantalones. Si él estaba nervioso por equis razón, yo debería estar del mismo modo pero diez veces peor.

Y tenía un motivo: no quería perder a mi mejor amigo por un malentendido, que era lo que seguramente fue. Esperaba que lo fuera.

—Necesito hablar contigo —contesté—. ¿Podemos ir a tu cuarto?

—No.

Parpadeé. Nunca había respondido de manera tan directa, firme y autoritaria. ¿Qué demonios le pasaba conmigo?

—Okey —consideré las opciones—. Entonces hablemos aquí, con tu madre a unos metros y con Connor a centímetros.

—Sobre eso, ¿qué mierda está haciendo aquí contigo? —Cuestionó— ¿Todavía no te ha botado como a las demás?

Lo vi. Lo vi en su mirada: ese sentimiento de saber algo incluso antes de que una persona en cuestión pueda explicarlo. Sabe algo que aparentemente pretende que yo sé.

Lo conozco lo suficiente, sus expresiones son transparentes si soy yo quien tiene que notarlas.

—Disculpa que me entrometa, Warren... —Connor se puso de pie, decidido a continuar.

No se me escapó que Connor finalmente hubiera dicho bien su nombre.

—No te disculpo —mi mejor amigo interrumpió—, y qué bien que te hayas aprendido mi nombre; eso ahorra tener que partirte la mandíbula. Bueno... no tanto.

—... Pero nunca insinué querer botar a All como a las demás. Es diferente.

—No creo que haya sido tan distinto cuando te acostaste con ella —apuntó, acusándolo.

Puse los ojos.

—WARREN HARRIES —exclamé—, ¿QUÉ DIJISTE?

—Lo que sé, no sé por qué te sorprendes tanto —dijo, más natural e indiferente que nunca.

—Yo no me acosté con ella —musitó Connor.

—¡Y yo no me acosté con él en ningún momento! Te lo habría dicho, y lo sabes más que nadie en la vida.

—Ya no puedo estar seguro, Allie —negó con la cabeza—. Las cosas cambiaron bastante desde que te involucraste con él y no sólo por ser tu tutor de Biología.

¿Lo sabía? ¿Sabía que estábamos juntos? Mierda.

—No, pero acabas de confirmar mis sospechas evidentes —añadió—. Te irá mal si no filtras esos pensamientos, de verdad.

Mierda por dos.

No obstante, se mantenía en una postura tan... normal, como si no le afectara —y sabía que lo hacía—, indiferente y totalmente irreconocible para mí.

Jamás en mis dieciséis años de mi vida había visto a Warren comportarse así conmigo.

—Siento no habértelo dicho, de hecho a nadie se lo comentamos —susurré, tratando de explicarme. ¿Pero por qué lo hacía? Él tendría que estar implorando mi perdón después de verlo con Sienna en el baile—. Oye, ¿sabes qué? Esto no es así. Vine con el propósito de que tú te expliques, no yo.

—¿Yo me tengo que explicar? —alzó una ceja.

—¿Por qué fuiste al baile con Wetherby sabiendo que me cae peor que patada al hígado?

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora