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ALLISON


—Realmente me ha encantado verte por aquí —sonrió Trisha a su hijo—, nunca pensé que volverías de hecho. Mírate, estás muy apuesto; mi hombrecito pequeñín.

—No me apodes así, dejaste de llamarme así a los doce años; es vergonzoso.

—Pues mi deber como madre es humillarte a ti y al resto de tus hermanos; y la pobre Allison es un testigo muy frecuente de ello. Tienes la suerte que ella no.

—¿Se han unido para hablar de mí y mi suerte? —arqueé una ceja mientras colocaba el cronómetro en mi celular.

Trisha rio.

—Oh no, cariño. Sólo comentábamos.

—Ma, ¿qué tal si nos haces unas palomitas... o galletas? —Sugerí— Cooper no cenó.

—¿Ah, no?

—De hecho yo...

—Nunca le dan de cenar —añadí—, vive muerto de hambre.

—Eso no es...

—Siempre me ruega que le comparta un poco de la comida que consigo en la escuela. Además, no hay un día en que no me susurre todos los kilos que quiere subir.

—Allison... —interrumpió mi hermano por tercera vez.

—Hoy lo dejaron sin cenar por no comer el brócoli hace una semana.

—¿Qué clase de padre reconocido que se hace llamar Mason Donnovan no le da de comer a su hijo menor? —mi madre había caído.

—Lo peor de todo es la discriminación que impone. A Zack, Ethan y a mí siempre nos da un fascinante festín. El pobre Cooper Alexander cena pan duro y agua tibia.

—Ya —entonces Trisha se puso de pie—. Tendré una charla severa con tu padre; pero antes, te prepararé tu propio banquete personal.

Y se fue a la cocina por quién sabe cuánto tiempo.

—¿Por qué exageraste todo eso? ¿Qué carajos fue ese numerito?

—La necesitaba lejos para hablar de ella y papá.

—¿Y decir que soy un muerto de hambre era la excusa perfecta?

—Fue lo primero que se me vino a la cabeza; además siempre terminas comiéndote mis cosas, en eso no mentí.

—Cómo sea. ¿Averiguaste algo?

Le conté todo lo que sabía a base de murmullos, desde el horario en que llegó a casa el día que volvimos del parque hasta la llamada de hoy en la tarde.

—Por como hablaba en el teléfono —susurré—, no era su jefe. Era alguien más, y parecía tener cierto trato amigable con él. Más que amigable, debo decir.

—Yo también investigué —afirmó—: Mason ha estado fuera de casa mucho tiempo últimamente. Siempre deja a Monique sola con nosotros, lo que es una tortura de las peores. No obstante, sabemos que ella no nos fastidiará si no está Mason para manipularlo a su beneficio. No tendría sentido.

Asentí, comprendiendo.

—También me limité a entrar a su habitación.

—¿Qué encontraste? —murmuré.

—Además de condones, nada.

Bufé, derrotada.

—Pero —añadió—, encontré el álbum de fotos de su boda escondido bajo la cama; entre otras cosas sumamente desagradables de las cuales no hablaré frente a menores.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora