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ALLISON


—Hablando de Roma —murmuró por lo bajo Connor.

Mierda. ¿Cómo nos encontró?

—Allison —musitó Warren cuando llegó hasta nosotros—, ¿qué estás haciendo?

—Nada —mentí—, tomaba una Coca-Cola, ¿no quieres?

Estaba tendiéndole el vaso de vidrio como si fuera la niña más inocente del mundo; cosa que estaba demasiado lejos de ser justo en este instante.

—No deberías estar aquí.

—No debería hacer muchas cosas, pero ¿adivina qué? Ya les saqué las rueditas auxiliares a mi bicicleta. Y eso significa que puedo hacer lo que sea.

Connor se carcajeó a mi lado.

—Ya, en serio —pidió mi mejor amigo—. ¿Qué pasa entre ustedes dos?

—Nada —volví a mentir.

De soslayo noté que Connor alzaba una ceja, como si supiera —y sabía— que estaba mintiendo a mi mejor amigo; algo por lo que me iría al infierno.

Bueno, había muchas razones por la cual ya tenía mi lugar asegurado en el infierno, pero esta entraba en una de ellas.

Definitivamente.

—Se subieron a la rueda de la fortuna.

—No —sentí el aire atorado en mi garganta y mi pulso yendo a mil.

—No me mientas, Allison —frunció el ceño como si fuera un mal chiste—, hablé con el encargado de la noria.

Joder, no.

—¿Qué hicieron allá arriba?

—Sólo subimos y bajamos, en serio —era la única que estaba mintiendo. No contaba con el apoyo de Connor, ya me lo había dicho antes.

—No te creo. Connor —entonces se dirigió a él. Mierda, era mujer muerta—, ¿qué hicieron en el juego?

Él lo miró, me miró a mí y sonrió.

Oficialmente mi amistad con Warren terminaba aquí.



Chasqueé la lengua.

—¿Por qué lo hiciste? —cuestioné a Connor, una vez que Warren se había marchado.

Él se encogió de hombros en su taburete.

—¿No tienes una explicación, o una excusa por lo menos? —arqueé una ceja.

Negó con la cabeza mientras bebía de su gaseosa.

—Yo... no entiendo —suspiré, tomando mi vaso.

—Simplemente decidí cubrirte.

—¿Por qué? ¿Qué... qué lograrías con no delatarme frente a mi mejor amigo? Lo odias a él y me desprecias a mí, yo no...

—Aguarda un segundo —colocó su vaso de nuevo en la barra, con un estruendo del cual me sorprendió que no se hiciera añicos—. Yo no te desprecio, de lo contrario no te habría besado.

—Trata de no decirlo en voz alta dada mi suerte, ¿quieres? Warren puede volver y te oirá.

—¿Y a mí qué más me da? Ese sujeto no me agrada. Sin embargo, a mí me gustas tú. Por lo tanto, tendré que soportar la presencia de Willy a nuestro alrededor siempre. Será un sacrificio que haré sólo porque te quiero; ¿entiendes eso?

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora