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La clase de Arte transcurrió rápido. Más de lo que yo esperaba, de hecho. Quizá fue porque de verdad estaba entretenida haciendo mi trabajo; una especie de jarrón de arcilla el cual debería pintar la siguiente clase. La masa seguía fresca, por lo cual tenía que tener mucho cuidado a la hora de transportarlo a mi nueva taquilla. No quería que se deformara... más de lo que ya estaba si lo comparaba con los demás de la clase.

Bueno, la realidad era que yo no era tan buena como Warren en esta asignatura. Para nada buena si soy honesta.

Al dejar la cosa que simulaba ser mi trabajo de Arte dentro del casillero, caminé hasta la cafetería. Ya había bastante gente allí, así que me costó encontrar un sitio libre para comer en paz. Sin embargo, vi a Warren en una esquina y me aproximé.

—Hola —le sonreí, tomando la silla frente a él y sentándome en ella.

—Hola —también saludó él—, ¿hoy volverás a lo de tu madre?

—Sí, quiero pasar tiempo con ella para compensar el de la fiesta.

—¿Así que sí irás?

—Exacto. No te librarás de mí tan fácilmente —apunté con el dedo.

—Pisé terreno peligroso cuando nos conocimos, ahora sigo asumiendo las consecuencias.

—Cállate, que no es tan malo.

—No si quitas cada problema que traes contigo y me involucras en él.

—Me quieres de todas formas, lo sé —sonreí con superioridad.

—No me queda alternativa.

—Eres cruel conmigo, Harries —hice puchero.

—Soy un chico malo.

—Que duerme con Teddy cuando llueve en la noche.

—Cierra la boca —se puso serio—, y te dije que se llama Jack, no Teddy.

—Cómo sea, sigue siendo un oso —reí.

—Odio que me conozcas tanto. Recuerda lo que prometiste respecto a ese tema.

—Juré que no diría nada, pero no dije nada sobre burlarme yo misma de tu trauma —me carcajeé.

—Sabía que tenía que ser más específico esa vez.

—Tenías quince años, seguías siendo un niñito. Sigues siendo uno —corregí.

—Si dices una sola palabra sobre... eso, da por sentado que le contaré a tus hermanos y tu propio padre que no eres virgen.

—No harías eso —puntualicé—, no puedes ser capaz.

—Créeme, Allie, lo soy. Así de seria es la cuestión.

—Iba a cumplir dieciséis años casi, no es tan malo...

Estaba tratando de excusarme y hacerme creer a mí misma eso; pero Warren lo notó. Y también se percató de que estaba hablando en susurros cuando alrededor de nosotros había un barullo alto e impresionante; tanto como para que fuera imposible escucharme.

—Te acostaste con Matt a los quince, da igual. La cosa es que tu familia sigue creyendo que eres tan virgen como una monja.

—Si se enteran ahora, me convertiré en una cuando me lleven a un convento para internarme allí. Cierra la boca, por favor. Además estábamos borrachos.

—No, él lo estaba. Tú estabas medio ebria, pero seguías consciente. Pero él te convenció. Aunque dudo mucho que no haya aprovechado la situación.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora