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Estaba poniendo algunos libros y apuntes dentro de mi nuevo casillero para cuando Lexie se apareció en el suyo. Como debía ser, ni siquiera se molestó en decirme un hola. Y me parecía excelente.

Hasta que todo se fue a la mierda cuando dos chicos, los cuales yo no conocía, vinieron hasta ella y le propusieron encontrarse en el armario del pobre conserje. Imaginen la escena ahora conmigo de testigo a menos de medio metro.

Los dos chicos le sonrieron cómplices y se marcharon. Lexie soltó un suspiro.

—No vayas a decir nada —masculló.

—¿Me hablas a mí? —inquirí, cerrando la taquilla y apoyándome en ella.

—¿A quién más?

—¿Por qué habría de decir algo? Es tu vida de Barbie, con tu estilo de Barbie y tus actividades de Barbie. No me incumbe y no querría que lo hiciera de todos modos.

—No soy una Barbie.

—No, es cierto, sólo eres muy sociable en lo que respecta al sexo. Tanto así que lo llevas a la práctica muy a menudo para no olvidar los pasos a seguir. Incluso en una institución escolar.

—No soy una puta, Allison.

—Yo no he dicho nada —sacudí la cabeza.

—Lo das a entender. De todas formas, no podrías interpretarlo desde mi perspectiva.

—Por suerte no, y tampoco quiero hacerlo. Ni siquiera sé por qué platicamos ahora, se supone que nos dejábamos en paz mutuamente.

—Eres tan odiosa.

—Con orgullo y todo, muchas gracias.

Lexie cerró la puerta de su casillero con un estruendo y dio media vuelta para marcharse; destino: armario del conserje, el lugar menos atractivo para tener sexo con alguien; pero allá ella.

Para ese momento, la profesora Bennett de Arte me dirigió una mirada asesina.

—Azotó el casillero —escupió.

—No, yo...

—Detención el lunes; en mi clase. Creo que se la pasará bien ayudándome para la exhibición de Arte la semana próxima por dos horas.

Mi mandíbula cayó al suelo. Esto era imposible.

—No fui yo, fue Lexie Dowell.

—¿La ve a la señorita Dowell por aquí? Porque yo no. Y no presione más, Donnovan, porque el castigo se alargará hasta el viernes. Ya detuve a su hermano, ambos podrán trabajar en equipo.

—¿Qué hizo Cooper?

—No es de importancia primordial para usted. Estoy segura de que se lo dirá dado que se encontrarán juntos. Tenga un buen día.

No creo que lo tenga ahora que sé que tres profesores me han impuesto castigo en esta semana para que las próximas la pase mal, haciendo nada.

A ver, repasemos:

Tenía castigo con Henderson desde el lunes al viernes.

Me tocaba con Jefferson la otra semana a la que viene.

Y ahora tenía detención con Bennett el lunes.

Bueno, podría ser peor, ¿no? Al menos no me ha dado la semana entera.

—Ah, señorita Donnovan —llamó antes de salir de allí, como si de repente recordara algo—, casi olvido que usted no ha presentado los últimos trabajos de mi clase; temo que tendré que extender la detención hasta el miércoles. ¿Cómo se me ha pasado algo así?

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora