—Señorita Donnovan.
Me volteé al oír de nuevo la voz del Director detrás de mí.
—¿Sí, señor?
—Debido a su... percance con el casillero, hemos tenido que recurrir a las opciones más viables que pudimos encontrar.
—¿Y son...? —insinué.
—La primera, compartir un casillero que esté en condiciones con otro alumno de la institución; lo que supondrá ser un problema mayor conociendo la actitud de cada joven. Admito que no estoy muy convencido de aquello.
—¿Y la segunda, señor?
—Bueno, tenemos taquillas disponibles sin uso en el colegio, pero el problema es que están en una punta del edificio la cual causará problemas con el horario de llegada a clases y el tumulto de las personas al salir de las aulas.
No interesaba. Aceptaba a ello hasta que repararan mi casillero; lo último que me faltaba era que la persona con la quien tuviera que compartir la taquilla fuera una de las trillizas X o Sienna Wetherby.
Por eso me apuré a decir:
—No importa, señor. Lo tomo. Lo controlaré.
—Creo que no entiende que cuando le digo que será complicado, es porque lo será de una manera grave.
—Podré hacerlo, señor —insistí—; confíe en mí.
—¿Está segura?
—Completamente.
—Muy bien, de acuerdo. Le mostraré su nuevo casillero hasta que el anterior sea reparado, quizá tardará una semana en el mejor de los casos.
¿Tanto tiempo para poner un par de vigas?
—¿Y en el peor? —aventuré.
—Un mes, o dos.
—¿Tanto tiempo, señor?
—Créame señorita Donnovan, necesitamos contactar a las personas indicadas para hacer los arreglos que sean importantes. Y de paso aplicarle una mano de pintura a esa taquilla. Siempre ha estado muy desgastada.
¡Pero a mí me gustaba esa taquilla tal cual estaba!
Decidí no llevarle la contraria a la persona que podría expulsarme con sólo unas firmas de su parte.
Seguí al Director por unos pasillos, girando aquí y allá, esperando recordar el camino para no perderme después.
Finalmente, se detuvo a mi lado.
—Aquí es.
La buena noticia era que era más grande que el anterior.
La mala... bueno, habían varias malas noticias: en primer lugar, estaba junto al de Lexie Dowell. Lo sé por las etiquetas que tenía pegadas en la puerta, del lado exterior, con su nombre en rosado. Por otra parte, era el camino más largo y difícil de recordar de toda la historia; dudaba que pudiera llegar a mis clases sin correr. Y finalmente: nuestro punto de encuentro después de clases con Warren quedaba en el otro punto del colegio entero.
—Espero que sepa manejarse —se limitó a decir—, si tiene cualquier inconveniente ya sabe dónde encontrarme. La dejaré para que pueda acomodarse.
Y simplemente se fue.
Maldito viejo, ¡tengo tres inconvenientes! Y en todo caso, Warren debería tener este casillero; el suyo debería cedérmelo. Él fue quien hizo esto.
Pero no podía decirlo. Había decidido salvarle el trasero.
Y también había decidido tener este casillero apartado. Sería mi culpa por no querer compartirlo.
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Yo no fui
Teen FictionAllison Donnovan es conocida por causar problemas desde que es pequeña. Teniendo cinco años hizo explotar el microondas de su cocina. A los ocho años, incendió el baño de su casa. A la edad de diez, hizo que toda su ropa cayera por el desagüe de su...