10

7.9K 609 42
                                    

Como la rutina académica demandaba, Warren fue a sus clases y yo a las mías mientras arrastraba los pies. A veces desearía que él y yo tuviéramos la misma edad; aunque tenía sus beneficios en realidad: él podría haberse graduado y me hubiera dejado sola en la secundaria, pero aquí estaba porque fue lo suficientemente tonto —o quizá inteligente— para repetir un año.

Fui hasta mi taquilla mientras bostezaba y me frotaba los ojos. Por presentimiento sabía que este sería un largo día.

Abrí el casillero y tomé los libros de Literatura —preocupándome por tomar el correcto—, y luego recordé al darle un vistazo al calendario que tenía en la puerta de metal que hoy me tocaba tutela con Connor.

Simplemente genial.

Adiós a mis planes de evadirlo.

Recosté mi frente contra la pequeña puerta. Necesitaba calmarme un poco.

Necesitaba gomitas.

Pero el idiota de Warren se las había acabado.

Qué suerte la mía, destino...

—No vayas a dormirte, tienes clase —me sorprendí oyendo la voz de Connor detrás de mí.

Lo ignoré con los párpados sellados.

—¿Me estás ignorando? —adivinó, y pude presentir su ceja arqueada.

—¿No es evidente? —contesté, con los ojos cerrados y la cabeza en la taquilla.

—Al parecer, sí.

—¿Entonces para qué preguntas?

—Guau, alguien se levantó con el pie izquierdo.

—No te creas, antes de tu presencia estaba bien —mentí—. ¿Qué quieres?

—Recordarte que hoy tenemos día de estudio, juntos.

Hice lo posible para que la palabra juntos no me afectara y me tiñera la cara de carmesí por la cólera. No quería esto.

—Aunque quisiera, no se me olvida —repuse, decidiendo cerrar mi casillero de una vez—. Si eso es todo, puedes irte.

Noté que Connor tenía una expresión de sorpresa cubriéndole la cara. ¿De qué estaba impresionado? ¿Por qué me miraba de la manera en que lo hacía?

—A veces es difícil saber lo que piensas, All.

—No me llames así.

—¿Por qué no? —frunció el ceño.

—Porque es el apodo que me ha dado alguien a quien detesto, y no lo quiero.

Una sonrisa se formó en sus labios. Aquellos labios que tenían un poco de brillo labial en los costados. Había visto el mismo color en la boca de Lexie.

Me horrorizó la imagen que pasó por mi mente.

—¿Lo ves? Me sorprende la manera en que reaccionas ante las cosas —comentó. Y luego se dio cuenta de mi expresión—. Como eso. Ni siquiera sé a qué se debe esa cara. ¿Qué has estado pensando?

—Nada —mentí. No tenía por qué saberlo; decirle que había pensado en él y Lexie compartiendo saliva y quién sabe qué más sólo alimentaría su ya enorme ego—. En fin. Tengo que ir a clase.

—Tenemos —corrigió—. Coincidimos en Literatura.

—Bien, adiós.

—¿Qué parte de que te acompañaré no captaste?

—Justo esa —indiqué—, no has dicho nada. Pero déjalo estar, iré por mi lado y tú por el tuyo. Seguro te distraerás con facilidad en el trayecto. No quiero quedar parada como idiota, así que nos vemos.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora