11

6.8K 591 89
                                    

Cerré la puerta azul de un portazo demasiado audible como para que no hubiera llegado hasta incluso Saturno. Estaba hiperventilando.

¿Qué demonios había ocurrido allá afuera con Connor? ¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Y por qué es que los personajes ficticios no pueden salir de sus libros y casarse conmigo?

¡Céntrate, Allison!

Ah, sí. Se supone que debo estar enfadada. Okey.

Maldito Connor, ¿qué quiso lograr con todo eso? No tenía ni un puto derecho a besarme así...

Me acerqué al espejo del baño de chicas. Mis pupilas estaban dilatadas. ¿El por qué? No quiero saberlo.

Mi cabello rojo se veía revuelto, como si una ventisca de invierno hubiera pasado a través de él o una manada de gatitos púrpuras hubiera tenido una pelea sobre él. Probablemente lo segundo, sí.

Estaba a punto de reírme de mi estupidez hasta que caí en la cuenta de una mancha morada en el punto donde Connor me había besado.

Inmediatamente la froté, esperando que sólo fuera una minúscula manchita...

Pero al tocar la zona, un dolor apareció justo allí.

Mierda. Connor me había hecho un chupón. Y de los que son bestiales.

—Mierda, mierda, mierda —comencé a caminar en círculos por todo el baño. ¿Qué se supone que haría ahora? No tenía maquillaje para ocultarlo.

—¿All? —oí su voz detrás de la puerta azulada.

Me puse en modo alerta, dejando que la adrenalina se quedara en un punto fijo de mi persona.

—¿Estás bien?

—Sí, sólo hui de ti porque estoy genial, Connor —mi sarcasmo era bastante evidente.

Pasé las manos por mi cabello frente al espejo. Quizá podría hallar la forma de que se quedara en un sitio durante el resto de las horas que faltaban y así podría ir a casa y ocultarme de mi padre y mis hermanos mientras trataba de quitarme la marca. Su maldita marca.

—¿Por qué huiste? —ahora su tono de voz era sorpresivo.

—¿Y tú por qué crees? Me sorprende, Connor, que seas tutor pero que no seas tan inteligente como para usar el sentido común o la lógica.

—No lo entiendo, eso es todo.

—Déjame iluminarte —suspiré mientras dejaba caer mi cabello por el lado del cuello que tenía alterado. Esperaba que se mantuviera quieto. Dando otro suspiro, me acerqué a la puerta y la abrí. Allí estaba él, con su codo en el umbral, esperando por mí—. Yo no soy como las chicas con las que te acuestas. No tenías ni un puto derecho a ponerme un dedo encima, ¿lo captas?

Su mirada cayó al lado en donde mi cuello se exponía a la perfección. Fruncí el ceño y le aplaudí en la cara para que reaccionara.

Exaltado, me miró.

—Yo tengo límites —añadí—, y tú los respetarás.

—No puedo subestimarte.

—Claro que no —concordé—. Y te lo advierto, Adams: la próxima vez que intentes hacer algo como eso de nuevo, ni siquiera podrás despedirte de tu paternidad.

Él arqueó una ceja —de nuevo— y sonrió mientras negaba con la cabeza.

—¿Qué es tan divertido? —exigí. Volvía a sentir mi cara calentarse de rabia.

—Tú.

—A ver, explícame el chiste, no lo capto.

—¿No has notado que las amenazas que vienen de ti sólo te hacen lucir aún más adorable? No intimidas a nadie, Allison.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora