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—Juro no subirme nunca más a una de estas monstruosidades, yo... —y entonces otra tanda de vómito asqueroso salió de mi boca directamente al cesto de basura.

—Todos sabemos que estás mintiendo —recordó Warren mientras dibujaba círculos con su dedo índice en mi espalda—, siempre haces lo mismo cuando vienes a la feria.

Apreté los párpados. Lo último que quería era que mi mejor amigo de la vida me recordara lo inevitable mientras vomitaba frente a él y Connor.

—Lo último que ella necesita es que se lo recuerdes, ¡sobre todo ahora! —reclamó Connor, sosteniéndome el pelo sobre la cabeza.

Al menos me conocía lo bastante como para defenderme cuando lo necesitaba.

—¿Y justo tú me dirás qué es lo que necesita ella? No me hagas reír, Adams.

—Sabes que tengo razón, Wesley. De lo contrario, pregúntaselo.

—¿Quieres dejar de cambiarme el nombre a propósito? Está pudriéndome —gruñó, quitando su mano de mi espalda—. Y, ¿crees que puedo preguntarle siquiera cómo se llama? ¡No está en condiciones, sólo mírala!

—Tampoco exageres —me enderecé, limpiándome la boca con la manga de mi chaqueta.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó, angustiado, Connor.

Iba a responder con algún comentario sarcástico, pero por primera vez en mi vida creí que sería lo adecuado contestar a esa pregunta con la seriedad de un adulto que...

—¡¿CÓMO QUIERES QUE SE ENCUENTRE MEJOR?! ¡ESTÁ TAN BLANCA COMO UN PAPEL! ¿Eres estúpido o te haces, Adams? Que pregunta más idiota; como tú.

Pero Warren, evidentemente, se me adelantó.

De todos modos, no podía pretender ser más adulta de lo que en realidad no era ni fui nunca; no sé qué quería lograr con eso básicamente.

—Ya, ya —pedí a Warren, mientras sacaba algunas mentas del bolsillo de mis pantalones. Me las llevé a la boca todas al mismo tiempo, no soportaba el aliento a vómito que me obsequió la montaña rusa. No quería que este fabuloso día, a pesar de mis náuseas posteriores a subirme al endemoniado juego, se arruinara acabando en una pelea—. Estoy perfectamente, vamos a otro juego.

—¿Segura? —Warren frunció el ceño.

—Por supuesto. Vamos al...

—¿Qué demonios está haciendo tu ex aquí, All? —entonces la voz de Connor llegó a mis oídos.

—Oh, mierda —me volteé al basurero y volví a ser la regadera vomitiva.

No obstante, no pude evitar la ironía del asunto.

—¿All? —La voz de Matthew no me sorprendió— ¿Estás bien?

—No, tú me haces vomitar —me aclaré la garganta y al verlo, señalé al cesto—; literalmente. ¿Qué carajos haces aquí?

—Oí a Chad hoy en la mañana alardear sobre que iría a la feria y bueno, uní los puntos y saqué conclusiones. Además el hecho de que hoy te vi yéndote en grupo de la escuela me lo terminó de confirmar; no quería perderme la diversión.

—No estás invitado —me crucé de brazos.

—Me gusta auto invitarme.

—¿Por qué?

—Te lo diré en la rueda de la fortuna.

Una carcajada salió de mi garganta, la cual dolió por tanto esfuerzo al deshacerme de la asquerosidad de mi organismo

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora