Capítulo 15

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No pude dormir por estar pensando en lo que iba a pasar, daba vueltas en mi cama y no lo conseguía. Miré el reloj y marcaba las dos de la mañana, cerré los ojos y los volví abrir, realmente estaba asustada y preocupada.
Por la mañana, por más que Nadia insistió para que me levantará, no lo hice. No tenía ganas, minutos después de que ella saliera, mi madre entró a la habitación.

— ¿Qué te sucede?

—Nada.

Aun, pensé.

—De acuerdo, ¿Puedes ir a las dos con Amelia ? Eso me haría tan feliz.

Acepté fingiendo una sonrisa, no quería volver a visitar la psicóloga.
Me sentía bien.

Pero no tenía ganas de discutir por esa tontería.
Mi madre salió de la habitación y yo me volví a cubrir.
Desperté cerca de las once, ni siquiera me cambié de ropa, bajé a la cocina mientras pensaba que hacer. Preparé un café y me senté a tomarlo mientras miraba programas de caricaturas.

Tenía mucho tiempo que no salía a correr, así que después de estarlo pensando subí a cambiarme.

Comencé a correr despacio y así llegué al parqué.
Después de haber dado una vuelta me encontré a Miriam, me sorprendí demasiado al verla con su uniforme de enfermera.

Cuando me habló me detuve.

— ¿A qué hora te fuiste?

—Temprano. —Respondí mientras me agachaba y amarraba una agujeta.

—Nos vemos luego. —Avisó y se marchó.

Después de quince minutos, me sentí cansada y me senté por unos segundos. Y mis pocos pensamientos sólo se concentraron en Evan, en los besos que me había dado, en su sonrisa tan burlona y encantadora a la vez. En el olor de su perfume.

Intenté pensar en Jeiron, pero no funcionó. Así que seguí corriendo, pensé que mis pensamientos desaparecerían de la misma forma que mis calorías.

— ¿Quieres quedar en los puros huesos?

No era necesario voltear para saber quien era, ya conocía perfectamente la voz de Evan.

—Igual que tú —Respondí sin dejar de correr.

Eso sólo lo había dicho por molestar.

Corrí una distancia de casi diez metros. Al darme cuenta que alguien iba a mi lado, miré de reojo y era Evan.

— ¿Qué haces?

—Adelgazando contigo.

—Desaparecerás.

—Deja de hacerlo ya me cansé —Protestó.

Se detuvo y yo también lo hice.

—Dame mi pulsera.

—Está en mi casa, sí quieres podemos ir por ella.

—Tengo que ir a otro sitio —Comenté al acordarme que tenía que ir con la psicóloga.

Aunque realmente si quería ir con él, tenía que recuperar mi pulsera.

Él puso los ojos en blanco.

—No intentaré seducirte, sólo seremos mejores amigos.

— ¿Mejores amigos? —Pregunté incrédula.

—O si quieres mejores amigas da igual.

—No puedo.

Pude ver que mordió su labio y pasó su lengua por el.

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