Capítulo 55

800 52 6
                                    

Había ido con Lidia a la plaza comercial, entre a una tienda de cosméticos a dejar una solicitud de empleo, estaba demasiado enfadada por no encontrar un trabajo, aunque Evan decía que no me preocupara por eso, no debía dejar que se hiciera cargo de todos los gastos.

―Acompáñeme por mi camisa. ―Dijo.

― ¿Cuál?

―Hice una apuesta con alguien y mande a que le colocaran una frase a una camisa, vamos por ella.

― ¿Qué frase? —Cuestioné.

―Vamos por ella para que la veas, es una buena frase.

Sonreí mientras trataba de adivinar qué era lo que se le había ocurrido, llegamos al lugar y la miré reír, después yo también hice lo mismo.

―Deja me la pongo y tómame una foto. ―Dijo.

Hice lo que me dijo, pensé que se la iba a quitar, pero no lo hizo. Ella realmente estaba loca por eso me gustaba.

― ¿con quién apostaste?

―Con Raúl.

Algunas personas sonreían cuando la miraban, entramos a una zapatería, pero sólo a mirar porque no compramos nada.

Estábamos sentadas, había comprado un pastel pequeño y lo estábamos compartiendo, mientras me contaba que la escuela de moda si le estaba gustando. Sabía que en un futuro iba a ser una de las mejores diseñadoras.

— ¿July aún sigue molesta contigo?

—No le gusta mi relación con Evan.

—Está loca, a mí tampoco me gusta, pero eres mi amiga y tengo que estar cerca para querer matarlo cuando rompa tu corazón.

—Ya me lo ha roto y no lo has matado.

—No lo he hecho porque eres jodidamente adicta a él, que si lo mató, te estaré matando a ti también.

—Es imposible no ser adicta a todo lo que su amor me hace sentir.

― ¿Qué tanto lo amas ?

―Demasiado, mi alma es de él.

―Que idiota, al único que le debes de entregar tu alma es al diablo, él no es un malagradecido y te dará algo a cambio.

Tal vez el Griego ya llevaba tiempo ahí y había escuchado todo. No le gustaba que se metieran en sus asuntos, pero le encantaba meterse en lo que estaba segura que no le importaba, sólo quería hacerme enfadar.

―No te metas en lo que no te importa. ―Dije mientras lo miraba enfadada e intentaba suprimir todos los deseos que tenía de asesinarlo.

―No me importa, pero cuando estés cerca de mí, hazme el favor de no decir estupideces. Simplemente no puedo evitar protestar ante tanta estupidez.

― ¿tú quién mierda eres? ―Dijo Lidia.

― Tú sigue tragando y no te metas.―Dijo.

Moví la cabeza negando, cuando Lidia se le quedó observando al pastel y después a Zeus, segundos después el Griego, se estaba limpiando la cara.
Sabía que eso iba a pasar y por eso no lo evité él se lo merecía.

―Gamiméni pórni. ―Exclamó.

― ¿Qué? ―Preguntó Lidia.

―Lárgate y déjame con ella.

Nos dimos la media vuelta y nos marchamos de ahí.

― ¿Por qué hiciste eso?

― ¿Qué? No sé quién mierda sea, pero nadie te va a llamar idiota enfrente de mí.

ABISMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora