Colombia {2}

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-Emmanuel Gómez-

En la primaria nos contaban la historia de estos humanos inmortales que habitaban esta tierra.
Nunca entendí exactamente que eran, unos maestros decían que eran tierra, otros decían que súper humanos, la mayoría decía que eran demonios.

Cada país tenía su propio humanito inmortal, era intocable, como una celebridad o un famoso, pero caminaban por las calles como si nada.

Nuestro país tenía a Colombia, que nos contaban hasta el cansancio todo sobre ella; siempre estaba involucrada en todas las guerras, peleas, eventos, hasta era fácil aprenderse la historia por que ahí estaba ella.

Para las mujeres era una guerrera, un ejemplo a seguir, una diva, una "potra" empoderada.

Para los hombres sólo era una mujer más, unos babeaban por tocarle una teta o una nalga, decían que estaba buenísima, otros decían que era una zorra o una víbora con cascabel.

Recuerdo entrar el baño en la preparatoria y ver las revistas donde salía ella en el suelo lleno de un líquido blanco. Por supuesto sabía que era pero me daba asco recordarlo.
O como las chicas utilizaban ropa que ella había usado para estar "a la moda", peinándose como ella, diciendo frases que ella había dicho en cierta entrevista por que "suena chic".

Para mi, solo era un evento, un país.
No me importaba su vida, no me interesaba si era inmortal o especial.
Jamás creí que fuera a verla cara a cara, por que lo único que era, era un reflejo de la sociedad.

Cuando entre al departamento de policía, me empecé a enterar de todo lo que hacían los demás humanitos inmortales.

México destruyendo su país a pedazos, Rusia huyendo del suyo por ser gay, Venezuela escondiéndose en Iraq, Estados Unidos siendo un billonario excéntrico, Dinamarca luchando contra las injusticias de los pueblos nativos.

Solo eran celebridades haciendo cosas de celebridades. Nada trascendente.

Hasta que Colombia decidió sin aviso previo de la policía o del gobierno, matar al jefe del cártel más grande de Medellín.
Claro, tenía que hacerlo.
Y para acabar de pelar todo, colgó sus cuerpos en un puente para advertirles a los demás carteles que no se acerquen.

Estábamos petrificados, había hecho lo que nosotros intentamos hacer por años, pero mi jefe no estaba contento.
Él quería las medallas, las felicitaciones y los besos del pueblo, ahora que Ella hizo todo él no recibiría nada.

- AGARRA A ESA PIRUJA Y DILE QUE DEJE DE METERSE EN DONDE NO LE LLAME - Mi jefe me gritó aporreando su termo con café en la mesa.

- Digo, podría pero no creo que decirle "piruja" nos lleve a algo bueno - puse mis manos en mis bolsillos.

- ESA ARPIA SABÍA LO QUE HACÍA Y NO NOS CONSULTÓ - siguió aporreando su mano en la mesa como un Niño haciendo un berrinche - VE Y DILE.

Y así como me ordeno, accedí, aunque no quería uno tiene que comer.

Me dirigí ahí con una flojera indescriptible, aunque por fin conocería al evento.

No sabía que hacer, ser un hombre de cuarenta que creció en las calles de Medellín, vendiendo dulces para pagar un bote pata irme a los Estados Unidos me había enseñado una cosa:

Representantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora