Bielorrusia (2)

1.8K 281 431
                                    

Me senté en la fría nieve, mis piecitos hundiéndose en esta.
Nací en el frío, se suponía que mi cuerpo debía de adaptarse al clima, pero estaba tan intensa la nieve y yo estaba tan chiquita, que no paraba de toser, temblar y sentir frío en todo mi cuerpecito.

Llore desconsolada, no podía caminar entre tanta nieve, y aunque caminara, ¿a donde podía ir?, no veía nada más que neblina y blanco.
Me sentía en un laberinto sin fin, mi cerebro se bloqueaba por ver tanto árbol que para mi era idéntico, aunque me moviera, sentía que me quedaba en el mismo lugar.

Entre mis murmullos, recuerdo desear que alguien me rescatara.

Y si se cumplió mi deseo.

Empecé a escuchar pasos pesados quebrar la nieve, al principio creí que era mi mente jugando conmigo y mi soledad, pero cuando los pasos se hicieron más ruidosos, me giré buscando de donde provenía el sonido.

Ahí estaba URSS, parado en un enorme abrigo de pelo de oso, mirando abajo hacia mi, como si fuera una hormiguita.

Al principio me dio miedo, por lo enorme que era desde mi perspectiva, hasta que se hincó y pude ver su rostro; cortado, lleno de trenzas en su cabello dorado, con la barba mal afeitada y un ojo morado.
Se veía rudo y a la ves tierno con la cara del oso en su cabeza.

- Bielorrusia - me llamo - Supongo ese es tu nombre.

Estornude del frío, cubriendo mi nariz.

- Tienes cara de Bielorrusia - bufó con una sonrisa, apretando mi nariz.

No supe a qué se refería con eso, no sabía si por mis ojos grandotes, o mi cabello largo blanco como la misma nieve.

- Bueno, es hora de irnos - abrió su abrigo, jalándome a él y cubriéndome mientras me cargaba.

Por primera vez desde que salí de la tierra y vagué por mi territorio, me sentía segura.
Quizás no lo conocía de nada, me pudo pasar lo peor, pero no podía evitar abrazarlo y decirle "papá".

Ya no estaba sola, ahora tenía a mi nuevo papá.

Abrí los ojos, sintiéndome súper cansada, pero viendo el volante de un coche, mi mano acomodada en la rodilla de mi salvador.
Mire mis alrededores, viendo que estaba recostada en una camioneta, con las piernas enrolladas en el asiento.
Mire mi brazo, viendo un tubo metido, como la de los hospitales cuando te donan sangre. Seguí el tubo hasta el brazo del hombre.

- Perdiste mucha sangre - el hombre hablo, haciendo que salte - Tuve que hacer una transfusión de emergencia.

Quise levantarme, pero al poner mis pies rectos, sentí una punzada dolorosa, retorciéndome de regreso a como estaba antes mientras gruñía,

- Te recomiendo que te quedes cómo estás un rato - me mostró el recorte que tuvo que hacer en mis jeans para poder llegar a una cortada que tenía - Si estabas muy lesionada.

Mire la cortada, que estaba enorme, pero ya la había cosido perfectamente, pareciera como si fuera un cirujano profesional.

- Que suerte qué pasó un doctor en el momento - susurre, viendo la otra herida de mi brazo que igual estaba perfectamente unida con hilos negros.

- No soy doctor, pero, se lo que hago - el hombre siguió manejando - Estuvo fuerte el impacto, te vi desde abajo de la montaña cuando saliste del carril, debió de ser una experiencia traumante.

Asentí, girando mi cabeza para verle el rostro, aunque todavía no podía enfocar bien la vista

- Gracias... por salvarme - susurré.

- Solo tienes suerte de que pasaba por ahí, no me agradezcas - miro hacia abajo - ¿Como te sientes?.

- Siento que tengo una resaca terrible - suspire sonriendo, tan siquiera estaba viva.

- Es el shock, te dejo sin energía - levantó la mirada de regreso a la carretera - No necesitaste anestesia, estabas igual de dormida que un oso con cincuenta dardos de anestesia.

Me reí, pensando en un osito dormido con dardos en las pompis.

- ¿Tienes algún número al que puedas llamar?, ¿algún familiar cerca?.

- No... bueno... no que me reconozcan como tal - mire a otro lado recordando a URSS.

- Ya veo, tristemente no pude sacar tu teléfono del coche, pero voy a parar en un restaurante para comer, mientras hago eso tú puedes utilizar el teléfono público de ahí.

- Gracias, de verdad - sonreí - La ONU te recompensará por ayudar a un representante.

- ¿Representante?, ¿así les dicen a los traductores ahora?, se me olvida que ya son otros tiempos - sacudió la cabeza sonriendo.

- ¿Eres... eres un representante? - gire mi cabeza para verlo mejor.

Bajo de nuevo la cara para verme, su nariz recta con cortada en ella, su cabello largo, su bigote, su siseo, sus ojos, los había visto antes, en algún libro de historia pero no podía unir los hilos.

- Quizás necesites una pista - saco de su bolsillo un parche.

Lo chequé, viendo un emblema en este, un escudo, con una corona encima.

- ¿Imperio Español? - murmullé, saltando de mi lugar y alejándome lo más que podía de él - ¡¿IMPERIO ESPAÑOL?!.

- ¡Sorpresa! - sonrió.

- TU ESTABAS MUERTO, ESTADOS UNIDOS NO TE REVIVIÓ, COMO ES QUE, COMO, QUE - empecé a perder aire.

Me tomo la muñeca, recostándome de nuevo

- No te agites tanto, te vas a marear - susurro - Llegando al restar te cuento todo... ¿si?.

Llegamos media hora después, me bajé corriendo buscando el teléfono público, pero cuando lo encontré, no servía, la nieve lo había echado a perder.

Entre al restaurante, donde Imperio Español me esperaba con una taza de café y unos huevos revueltos con tocino y pan tostado.
Me senté, comiendo sin modales, moría de hambre, como si no hubiera comido en años.

Durante toda la comida se me quedó viendo, analizando mis gestos, mis manos, era intimidante, más que URSS.

- Estoy vivo por Imperio Romano - susurro.

- ¿Eh? - murmullé con la boca llena de pan tostado.

- Me revivió a mi junto con otro tipo, sinceramente no recuerdo quien fue, pero lo hizo para formar alianza - se tomo un sorbo de su café - Lo que no sabía que es el hombre y yo éramos más cabrones que él joven, que por cierto ya había leído mucho de él antes y sabía que no era de confiar.

- ¿Y que hicieron?.

- Huimos, lo dejamos a la deriva, ambos yéndonos por nuestros respectivos caminos - se terminó el café - Estudie medicina para matar el aburrimiento, conocí varios lugares, ahora estaba yendo a vacacionar, pero te encontré.

- ¿Vacacionar?, hablas como si fueras un humano cualquiera - junte las cejas - Eres un representante antiguo.

- España ahora está a cargo, yo no tengo mucho que hacer ahi - miro a la mesera servirle un plato de huevo y lomo, sonriéndole en agradecimiento - Madre no quizo que interfiriera, así que ahora hago lo que quiero.

- Eso suena... muy sano - suspiro viendo mi café.

- No te pregunte tu nombre - Imperio Español tomo agua.

- Bielorrusia - sonreí.

- Bielorrusia - repitió, siseando la s - Bielo... Biel... un gusto.

- Igual el mío, Español - asentí, tomando el restante de mi café.

Representantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora